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“A mi madre le encantaban las palabras, a mi padre le encantaban los fósforos”

Daniel Herrero, entrenador del Toulon Rugby Club de 1983 a 1991, poeta de Ovalie, coloso de la cinta roja y elocuencia legendaria, no ha colgado los crampones. Sigue viajando, escribiendo, dando conferencias y comentando el Torneo de las Seis Naciones en Sud Radio (del 4 de febrero al 18 de marzo), siempre movido por un contagioso apetito de vida y de compartir.

No hubiera venido aquí si…

Si de pequeño no me había topado con un objeto, la pelota, con la que enseguida me até un cariño total que manifestó en mí el mejor de los sabores. No sé datar el origen de esta pasión, pero tengo el vago recuerdo de haber recibido una naranja como regalo de Navidad, un dulce potencial que se instalaba en el gusto por este objeto redondo lleno de promesas.

La pelota, ¿qué significa exactamente para ti cuando la conoces de niño?

Ella me deleita. Rápidamente representa para mí un estallido de alegría, un estallido de risa, un compañerismo afectuoso. Ella es increíblemente comprensiva con el niño que soy. No sé exactamente a qué edad llega a mi vida, pero de inmediato se convertirá en la compañera de mi infancia, mi juventud y el resto de mi vida.

Estás hablando de una pelota y no de una pelota…

Nunca me he hecho la pregunta, pero es cierto que sé que es femenino en mi viaje. Engatusé, palpé, manipulé contenedores enteros de bolas.

En tu mundo familiar, donde todos juegan al rugby, ¿el balón siempre ha sido central?

Podrías pensar que sí, pero sorprendentemente, no. En mi familia la pelota permite jugar en un campo, pero no se valora más que los postes, la camiseta, los tacos o los compañeros. Para mi padre o mis hermanos, la idea de coraje, de combate encuentra su expresión en un juego que resulta ser el rugby. En mi mundo es mucho más fuerte, la pelota es mi novia. Siempre he tenido uno en la mano, incluso antes del rugby. Es una miserable y lamentable pelota de goma redonda, una bola de 2 que golpeo contra la pared de mi calle y me gusta rebotar. Es lo que desencadena la alegría, es el objeto de mi identidad. En mi familia, esperamos éxito más que alegría.

¿De dónde viene tu familia?

Mis cuatro abuelos eran inmigrantes españoles empobrecidos y analfabetos. Cruzaron los Pirineos para no pasar hambre, trabajaron de granja en granja y murieron hablando español sin tener nunca la nacionalidad francesa. Nunca tuvieron nada propio. En esta región de Francia de Languedoc, trabajaban en la viña. Esta tierra es también, por razones desconocidas, tierra de rugby, es el único deporte que se practica allí. Mi padre se casó muy joven, también era trabajador agrícola y jugó al rugby en el club de su pueblo con algo de talento durante diez años.

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Samuel Suarez

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