La llorona del 25 de agosto de 2021

“La tecnología nos presenta nuevos desafíos que surgen de viejos desafíos. La búsqueda de la justicia y la dificultad para lograrla es algo que siempre ha existido, y que también existe hoy «.

El creciente uso de las computadoras permite, entre otras cosas, ayudar en la toma de decisiones que son de cierta importancia para la vida de las personas.

Pensemos en algo tan sencillo como conceder o no conceder un préstamo. En el banco antiguamente la decisión la tomaban personas concretas que, según mejor o peor criterio, concedían el préstamo a uno y se lo negaban a otro.

Con el development de la tecnología de la información, en relación a lo que algunos llaman “inteligencia artificial”, un banco puede “delegar” la decisión de otorgar (o no otorgar) el préstamo a un programa que recopila y elabora todos los datos de quienes lo solicitan . .

Eso sí, como es fácil de adivinar, el programa expresa su preferencia por dar el préstamo a una persona y denegarlo a otra según parámetros que vienen de los programadores o, en situaciones más sofisticadas, a una especie de app development que , en cualquier caso, también depende de los programadores.

Aquí surge una serie de preguntas: ¿Es correcto delegar en una máquina la decisión de dar o no el préstamo? ¿Cómo juzgar los criterios de los programas utilizados para este fin? ¿Hay posibilidades de contradecir el «resultado» de lo que dice la computer services?

No es fácil responder, especialmente cuando nos damos cuenta de que está en juego el destino de personas específicas. Ciertamente, en el sistema «tradicional», quien concedió el préstamo podría equivocarse, o dejarse llevar por preferencias, simpatías o antipatías. Pero dejar todo en manos de la computadora no está exento de preocupaciones.

En estos temas, como en tantos otros, es necesario comprobar que lo importante es buscar lo realmente justo, que básicamente será lo que permita ayudar a quienes más lo necesitan y de acuerdo a las posibilidades concretas de lograr un buen y buen resultado. útil para esas personas.

Si la máquina ayuda a encontrar aquello que es más justo, su ayuda será bienvenida. Si, en cambio, se convierte en una excusa y una fachada para discriminar a los más débiles y favorecer a los que ya tienen mejores posibilidades, la máquina se convertiría en aliada de la injusticia.

La tecnología nos presenta nuevos desafíos que surgen de viejos desafíos. La búsqueda de la justicia y la dificultad para lograrla es algo que siempre ha existido, y que también existe hoy.

Por ello, no basta con recurrir a ordenadores en los que se delega todo el peso de las decisiones, ni sería correcto excusarse en la respuesta que dan esos instrumentos como si fuera algo inapelable y automáticamente justo.

Porque hoy, como siempre, las personas son las que tienen la última palabra a la hora de tomar decisiones. Algunos irán en contra de lo que dice la «inteligencia artificial», otras veces estarán de acuerdo.

Lo que nunca puede faltar a la hora de elegir entre varias opciones es el recurso al único criterio correcto de referencia: ¿quién sería la persona más débil y necesitada a la que ahora se le debería dar esta ayuda concreta?

Sacerdote y filósofo.