Crónico. El sistema de pensiones chino está altamente segmentado según las categorías de trabajadores y sus lugares de residencia, resultado de una construcción histórica por etapas. Esta segmentación se ha vuelto problemática debido al rápido envejecimiento de la población y la recesión económica, que ha expuesto profundas desigualdades y alimentado un fuerte descontento popular.

Es por esto que el gobierno lanzó una reforma en 2015 para unificar formalmente los sistemas de pensiones. Pero esta reforma no redujo las brechas entre las distintas categorías, debido a las características estructurales del sistema que reproducen las desigualdades del mercado laboral en el momento de la jubilación (Huan Wang y Jianyuan Huang, “¿Cómo puede la reciente reforma de pensiones en China reducir las desigualdades en las pensiones? », Revista de Envejecimiento y Política Social2021).

El punto de partida de la reforma de 2015 fue una propuesta del Partido Comunista Chino para elevar la edad legal de jubilación. Pero la oposición masiva de la población (más del 70% de opiniones detalladas, según varias encuestas) llevó al gobierno a cambiar de tono…

Una nueva fuente de desigualdad

De hecho, el sistema había llegado a sus límites. En resumen, había un sistema de capitalización básico para todos los ciudadanos (pero diferenciado entre rural y urbano), con una participación pagada de forma voluntaria a cambio de una pensión de muy baja cuantía (unos 10 euros al mes antes de 2015).

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A esto se sumaba un régimen de participación obligatoria para los empleados urbanos de empresas privadas, cuyo financiamiento se basaba en un aporte de empresas y empleados, con un nivel de pensión indexado a los ingresos pasados. Finalmente, un sistema de reparto garantizaba a los funcionarios un nivel de pensión bastante generoso, financiado por el presupuesto general del Estado, sin contribuciones.

El eje de la reforma de 2015 fue la transformación del sistema de pensiones de los funcionarios públicos en un sistema de capitalización parcial, haciéndolo así converger formalmente con los otros dos sistemas. Pero la desigualdad entre los funcionarios públicos y otros trabajadores sigue siendo de facto.

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Si bien la cobertura por un sistema de pensiones es obligatoria, solo el 70% del entorno no funcionario está afectado, en particular debido a la inestabilidad del empleo. Además, la introducción de una pensión complementaria para los funcionarios y empleados de empresas de determinados sectores (finanzas, transporte, etc.) ha creado una nueva fuente de desigualdad.

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