argentinos «nuestro volmomos tiene ilusorio». En diciembre de 2022, la Selección constituyó la Copa del Mundo. Y, este año, Messi, Scaloni, el «Dibu» Martínez y la mismísima hinchada se consagran como los mejores y los premios El mejor. La Carrera al Oscar de la película «1985» fue otro momento de ilusión. Aunque no hubo estatuilla, la pasión se mantuvo intacta. Durante las últimas semanas, otro compatriota hacia historia. Esta vez, en el ámbito de las ciencias duras. Tratar con Luis Caffarelli, ganador del Premio Abeldirigido por la Academia Noruega de Ciencias.

Fue por «sus contribuciones seminales a la teoría de la regularidad para ecuaciones diferenciales parciales no lineales, que incluyen problemas de frontera libre y la ecuación Monge-Ampere». En otras palabras, su para aporte hacer más asequible la intellect del mundo. El galardón está en lo más alto de su campo: es el equivalente al Nobel de Matemáticas: y el doctor se puso la 10, en representación del país.

Desde su oficina en la Universidad de Texas, donde feltó in 1997, habló con Clarín sobre el camino que recorrió hasta este momento culmina. Aunque lleva décadas en Estados Unidos, el acento lo delata: es porteño de pura cepa. Y nunca rompio la conexion con su tierra. Volviendo tiene una canción mundialista que volvió a sonar durante estos días, «No tiene cura, se lleva en la piel». Acá o allá, está alentando a la camiseta.




Luis Caffarelli ganó el Premio Abel, equivalente al Premio Nobel y al campo de Matemática.

A lo largo de sus 74 años, Caffarelli cosechó un curso extenso. El amor por los números vino en su ADN, pero lo cultivó con esfuerzo y constancia. Primero, en el Colegio Nacional Buenos Aires, donde lo recibieron con honores. Luego, en la Universidad de Buenos Aires, donde se doctoró.

Son modestos. Todavía sonríe cuando, durante la entrevista, se le recuerda una frase del comunicado qu’acompañó el anuncio de su decoración: «ningun otro matematico vivo ha hecho mas contribuciones a nuestra comprensión de estas ecuaciones que Luis Ángel Caffarelli».

Tiene centenas y centenas de artículos publicados, becas, residencias, experiencia como profesor. Y ya acumuló el Premio Bôcher, de la Sociedad Americana de Matemáticas (1984); Premio el Rolf Schock de Matemáticas (2005); y el Premio Wolf en Matemática (2012). Los abrazos con su expuestola matematica brillante Irene Martínez Gamba, cuando recibimos la noticia del Abel, constituye la prueba de que siempre hay lugar para la sorpresa… y de que las emociones escapan a los cálculos. Juntos, viajarán el próximo 23 de mayo a Oslo, para participar de una ceremonia oficial con la presencia del rey Harald.

Para Caffarelli, las medallas son consecuencias («muy bellas») del trabajo y no al reves. Resalta que no hay que «especular». Es decir, no las tiene como metas, sino que las toma como valiosas recompensas, qu’implican el respeto de colegas a los que admiran. Antes que el dinero o los titulares, le importa lo humano, el avance de su área de estudio, el intercambio incesante entre profesionales que potencian las amenazas.

¿Cómo haber recibido esta suerte de «Nobel de Matemática»? «En general no lo esperás… cuando llega es muy gratificante, porque la decisión la toman investigadores muy reconocidos denttro de un determinado ámbito, que demostrar Consideración por una mesetaectoria«.

Claro que es feliz. «Como cuando todos te aplauden cuando haces un gol. Uno puede estar contento en distintas direcciones, por diferentes motivos. Los grupos detrás de estos premios están conformados por cerca de 20 personas, de los mejores. Te hace sentir que estás haciendo bien las cosas. son un reaseguro de lo que uno se dedica a algo difícil e importante. Y, además, que tiene repercusión en otras ramas de la ciencia. En particular, en Física, con el cual el diálogo es constante”, explaya.

Todos los caminos conduce en Argentina

Caffarelli vino en su rumbo al Norte poco después de doctorarse. El intercambio era muy común en la epoca y unos profesores invitados lo llevaron, temprano, en la Universidad de Minnesota, donde se empeñó como docente. También su etapa en la prestigiosa Universidad de Nueva York y la de Chicago. Transitó diferentes experiencias excepcionales antes de aterrizar en Austin.

No extraña a la argentina. Pero que no se malinterprete: se debe a que está constantemente volviendo. Nació en La Boca. Su esposa es coterránea: también ella llegó a Estados Unidos debido a sus dotes para los números y tiene un fiel alumnado. Llevan juntos cerca de cuatro décadas.

Irene y Luis hijo, como describir, «muy afectos a los matemáticos argentinos y, particularmente, de Buenos Aires». Suelen venir varias semanas o meses Durante el año. En ocasiones, se quedan en Mar del Plata, donde tienen familia. La ciencia está siempre presente, pero dejan lugar para el asado de domingo, el paseo por la playa.

Junto con su esposa, la detachada matemática Irene Martínez Gamba, viven hace décadas en Estados Unidos, pero siempre están volviendo a Argentina.


Junto con su esposa, la detachada matemática Irene Martínez Gamba, viven hace décadas en Estados Unidos, pero siempre están volviendo a Argentina.

El matrimonio privilegiado, como es de esperarse, los momentos con grupos de colegas que ya son amigos. «Colaboramos, intercambiamos ideas, es muy rico. Tenemos artículos en común. Ellos también nos visitan cuando pueden. Es una unión importante. , seminarios», relató Luis.

A la vez, destaca: «En Estados Unidos hay instituciones especializadas, con mucho dinero para trabajar. En eso, Argentina no puede competir. Pero en términos de interacción entre la gente, la cultura… es otra cosa». Recién, surge el Factor humano que lo sostuvo durante todo su desarrollo.

Recuerda sus días por la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA; los almuerzos entre clase y clase, cuando la socialización se mezclaba con el cariño, con la «solidaridad de ideas». Subraya que en aquellos pasillos y aulas, «tous se ponían contentos cuando a alguien le iba bien, había generosidad, si alguien se enfermaba o no llegaba con el dinero, los otros ayudaban». Compañerismo y Ciencia eran una sola cosa: «Es algo muy positivo de nuestro país».

¿Qué recomienda este matemático consagrado a niños, adolescentes y jóvenes que quieren perseguir su carrera? «Hay que ser serio. Esto no quiere decir estar encerrado las 24 horas del día, pero sí alimentar la curiosidad con dedicación ante todo. Desde la primaria, desde la secundaria».

Reflexiona, ha sabido vez, de la «fama» que tiene el dan los cientificos en la serie: siempre recluidos, tímidos, demasiado sobrios. «Los que nos dedicamos a estos temas estamos forzados a tener un tiempo especial dedicado a nuestras tareas y es cierto que la interacción puede concentrarse entre colegas. Pero en Argentina, aun en las ciencias, hay más amistad, por la forma de ser que tenemos «.

Después de cerrar la conversación, surge la pregunta fundamental: cómo hace para transmitir lo que hace a su familia y amigos no matemáticos. El conocimiento que él maneja es muy específico, inaccesible para los no duchos.

Caffarelli, cuando ganó el Konex en 2003. Foto Archivo


Caffarelli, cuando ganó el Konex en 2003. Foto Archivo

«La comunicación depende del nivel de acercamiento al tema que tenga el interlocutor. ¿Cómo conté por que me gané el premio? No me puse a dibujar las ecuaciones en la pizarra, solo pasé la buena noticia», ríe. Humilde ante todo, compare este obstáculo lingüístico básico con lo que pueden hacer los especialistas en diferentes áreas. «Lo que hace un matemático puede resultar problemático para los demás. De la misma forma, para nosotros, muchas cosas que hacen otros nos pueden parecer raras«, concluye.

Se culpa por un resfriado que lo aqueja y sigue trabajando. Porque tiene dos seguridades. La primera es que la ciencia no da tregua. La segunda, que jamás haya que dormir en los laureles. No importa que sean infinitos, como los números.

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