Superado el soporífero fútbol del Real Madrid en la premiera hora de juego en Pamplona, ​​como un oasis entre la llanura, Federico Valverde galopaba al contragolpe, recibió un preciso centro raso de Vinicius y silent a El Sadar cuando el partido parecía condenado a la estabilidad. Celebraba ganó el uruguayo un gol que devolvía a los suyos la ilusión por la Liga; un gol que confirmó la regresión a la felicidad de los meses de desazón y dudas tras la decepción charrúa en Qatar.

Cierto es que el Mundial de clubes había reencontrado a ese todocampista que protagonizó los primeros compases ligueros con un cañón en la diestra, cuanto menos, revolucionario. Pero su actuación en la adversidad del estadio del OsasunaUna de esas plazas donde el gentío agobia y el balón quema hasta al más viejo del equipo visitante, sostiene su mejoría cuando se acerca la primavera, el momento decisivo de la temporada.

En un partido de estrés y animación para el campeón de Europa frente tiene un equipo que pone presión bajo el calor de su pueblo, un futbolista caliente como el 15 blanco encontró el caldo de cultivo adecuado para explotar sus características. Valverde rompió con la medular Navarra, ganó mil duelos, ayudó sobremanera a Nacho en la derecha ante el hábil Abde y esvitó más de un incendio junto a Camavingauna adolescente que volvió a brillar desde el pivote.

Con una edad pletórica, 24 años, el de Montevideo vive su explosión como un jugador total que suma 12 goles en la actualidad. Superada ya la apuesta con Ancelotti que el obligaba anotó un mínimo de 10 tantos en el curso, el uruguayo agradeció así la confianza al italiano: “Aunque sea una apuesta entre ambos, un juego, esta presión que me ha creado juega un papel importante en mi cabeza. Hoy por hoy lo primero que hago es mirar al arco; se que el 80% de mis disparos pueden entrar”.