Femicidio y violencia mediática

La violencia mediática revictimiza a los familiares de la mujer asesinada; atenta contra su dignidad, privacidad, intimidad, seguridad y no discriminación; fomenta el feminicidio

Hay muchas formas en que los medios de comunicación pueden ayudar a prevenir los feminicidios. La noticia debe contextualizarse con estadísticas, legislación sobre penas y sanciones, las organizaciones que atienden a las víctimas, los teléfonos donde se puede solicitar ayuda y los lugares donde las víctimas pueden acudir. Es su responsabilidad educar, relacionar hechos, analizar contextos, hacer propuestas y nuevos enfoques. Son importantes las entrevistas con expertos sobre cómo se produce el femicidio, cómo prevenirlo y sobre todo, cómo identificar el peligro a tiempo.

La ley obliga a los medios de comunicación a promover campañas permanentes de concienciación sobre el derecho de las mujeres a vivir una vida libre de violencia; promover campañas publicitarias para prevenir y erradicar la violencia; eliminar el sexismo en la información; destacar la difusión sistemática de los logros de las mujeres en diferentes ámbitos; y sensibilizar a directivos, técnicos y sindicatos profesionales de la comunicación para que promuevan una imagen respetuosa de la mujer.

La violencia mediática revictimiza a los familiares de la mujer asesinada; atenta contra su dignidad, privacidad, intimidad, seguridad y no discriminación; fomenta el feminicidio, minimizando o justificando la violencia machista y culpando a la víctima. Los titulares no deben centrarse en la víctima, sino en el agresor. Por ejemplo, en lugar de decir «Tres niñas fueron violadas en un refugio de Senniaf», diga «un violador violó a tres niñas en un refugio de Senniaf». Titulares como «La mató por celos» (justificación) o «La mató por charla» (frivolización del femicidio), o imágenes sensacionalistas del cadáver, constituyen violencia mediática, promueven el morbo y refuerzan la misoginia.

También se vuelve a victimizar cuando se culpa a la víctima: «Estaba borracha o drogada»; el conviviente decidió asesinarla ”(¿con qué derecho?); o culpar a la víctima por su vestimenta o por ser prostitutas. Los estereotipos dañan la investigación. Publicar datos confidenciales como la dirección, el nombre, las fotos familiares o las fotos de la víctima en las redes sociales sin permiso puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte, ya sea de la mujer abusada o de un miembro de la familia que sea testigo. de su muerte o demandante en el proceso de feminicidio. Estas prácticas pueden normalizar y justificar el femicidio por la impresión que dejan en el imaginario colectivo, especialmente de los jóvenes y las personas más impresionables.

El feminicidio es cultural y es un problema de dimensión global y nacional. La violencia contra la mujer está inmersa en el sistema patriarcal, con una combinación de mitos y complicidades que justifican la violencia sexista en todas sus formas y manifestaciones. A pesar de que en los últimos años el movimiento feminista y la conciencia de los organismos internacionales han “redescubierto” la violencia machista, no hemos logrado reducirla, sino todo lo contrario. Hay 140 países que han aprobado leyes contra la violencia doméstica y 144 contra el acoso sexual, pero todavía hay 37 países donde los violadores quedan libres si se casan o están casados ​​con la víctima, porque la violación conyugal no se castiga.

Es necesario que los cursos de periodismo en las universidades introduzcan la perspectiva de género y el lenguaje inclusivo y realicen otros cambios en el currículo educativo, para sensibilizar a los futuros periodistas, que son jóvenes con mentes más abiertas al cambio.

Los medios de comunicación tienen responsabilidades establecidas por las leyes nacionales e internacionales. Entre las responsabilidades específicas se encuentra la formación constante, periódica y continua de los periodistas que denuncian violencia de género, que son los más explotados y los que menos formación reciben; y desarrollar manuales de ética para la comunicación con perspectiva de género.

Los propios lectores también pueden presionar contra la violencia de los medios, a través de esfuerzos con las organizaciones y la negociación con la alta dirección de las empresas de medios. Debe haber una postura ética para el uso de imágenes y videos e insistir en la responsabilidad social empresarial. Las fuentes también deben tener cuidado en cómo dan la información y conocen al periodista y cómo se va a presentar la noticia.

Es obligación del Estado implementar acciones para desmantelar los estereotipos de comportamiento, a través de políticas públicas y sobre todo, un marco legal para sancionar. Sin sanciones, una ley es letra muerta. Hasta ahora los diputados han justificado la violencia mediática repitiendo el disparate de que las sanciones van en contra de la «libertad de expresión»; pero la violencia mediática no es libertad de expresión.