El primer vuelo chárter para impulsar el

«[…] tenemos que invertir más en la enseñanza y menos en las armas, para promover la cultura de los abrazos en la mente humana «

La indecencia se ha apoderado de las sociedades, exige un cambio en el espíritu de enseñanza. Ahí está la clave. La enseñanza da forma a las sociedades. Tampoco puede ser adoctrinado. Hoy más que nunca se requiere una formación centrada en nuestro interior, en conocernos y reconocernos, en saber cuestionarnos para discernir la orientación que debemos tomar. Necesitamos un nuevo calor cerebral, que no radica en el conocimiento absorbido, sino en la formación de esa búsqueda auténtica para reconstruir una nueva era de armonía, familiaridad y paciencia con lo analógico. Para ello, debemos investigar de otra manera y manera, ser más corazón que armadura, utilizar otros lenguajes menos violentos y más libres, si de verdad queremos acabar con este sentimiento enfermizo de desconfianza y división.

Por supuesto, no podemos seguir enfrentándonos, marcados por conflictos, hundidos por la pobreza de un mundo desigual e injusto a toda costa. Son situaciones verdaderamente escandalosas que tenemos que ahuyentar de la faz de la Tierra. Los profesores, verdaderamente formados como tales y vocacionales, son los que tienen la clave del salto. De ahí la necesidad de que los educadores que sepan unir ilusión y razón, activen el pensamiento de los juicios naturales con la apertura a horizontes sublimes, agiten las conciencias en un orbe de tantos problemas que nos inquietan, para convertirse más en alma que en cuerpo. Este es el mérito de estas personas, con la capacidad de despertar en sus alumnos otras sabidurías más solidarias y humanas, dedicadas a templar actitudes en lugar de injertar conocimientos, para poder abrazar el sueño de comprensión que el planeta naturalmente anhela.

Sin lugar a dudas, no hay mejor sociedad que aquella en la que se preocupan el uno por el otro. Pensemos que es mucho más lo que nos ensambla que lo que nos aleja. Nada se logra encerrados en nosotros mismos, tenemos que abrirnos a esa sabiduría innata que imprime la silla viva, compartiendo opiniones, cooperando en la unidad que todos exigimos, entrando así en una relación familiar, que es lo que realmente nos da empujón y sanación. . Por eso, debemos invertir más en la enseñanza y menos en las armas, para promover la cultura de los abrazos en la mente humana. Este es el gran tema pendiente. Falta creatividad y compromiso en una gran parte de la población. Urge, precisamente, esa motivación que nos permite superar este sentimiento de inutilidad, que lo único que nos hacen es amargar nuestra propia historia.

Por eso detesto las sociedades controladas por tontos con objetivos ilógicos. Solo hay que ver ese mundo privilegiado de algunos cuando la mayoría de sus miembros son pobres e infelices. Tenemos que dejar de asentarnos sobre bases falsas. Sin duda, tenemos que recuperar otros aprendizajes más reparadores, con la indagación racional de lo armónico y el sentido colectivo que nos une como linaje. Por cierto, es una pena que solo el 34% de los refugiados asista a la escuela secundaria, el resto puede que nunca llegue a ese nivel de educación. Con estos datos es imposible avanzar; ya que la tarea del maestro es cultivar los desiertos, no dividir a los salvajes.

La realidad habla por sí sola. Cada día más personas se quedan atrás, ante nuestra indiferencia, y eso nos vuelve inhumanos, porque el mayor gesto de paz es poder nutrirnos de la serena sabiduría que da la participación. Bravo por aquellos profesores dedicados a la causa educativa. Ahora es el momento de reconocer su papel social. El futuro está en manos de este instructor, quien, para dar lecciones de virtud, ejemplifica sus acciones, tocando los sentimientos del alumno. No rompamos la confianza. Y en todo caso, si la huella de la incapacidad nos inunda, miremos más allá de las tristes evidencias vividas, que el tiempo cura heridas, nos sostiene y nos hará progresar con los gérmenes virtuosos del amor. Son esas potencialidades entrañables las que tienden a confraternizarnos. No lo olvidemos nunca, después de levantar la mirada a la vida y sorprendernos con sus lenguajes naturales.

Escritor