“La nueva escuela también debe ser una red, tejida por igual por hombres y mujeres, en la que todos participen en las decisiones, basadas en el respeto a la vida, y no solo a la vida humana. […]”
En las últimas décadas del siglo XX, los ecologistas definieron la naturaleza como una red de la que la humanidad forma parte y advirtieron que si se rompe una hebra, toda la red está en peligro. En los últimos años del siglo, pedagogos y psicólogos de la educación insistieron en la necesidad de cambios profundos en el sistema educativo mundial, para que los principios de interdependencia, diversidad y cooperación propios de la naturaleza se apliquen en la formación de las nuevas generaciones. Para ello, es necesario cambiar el autoritarismo en la relación alumno-maestro, estar estrechamente relacionados con los padres y eliminar la subvaloración de la educación pública frente a la privada.
El siglo XXI está liderado por la tecnología, cuya influencia es decisiva en la sociedad, la economía, la política y el medio ambiente. Con el deshielo polar, los incendios forestales y hasta el coronavirus, el planeta está demostrando que la extracción abusiva de los recursos naturales, para sostener una economía de consumismo y desperdicio, destruye la flora, extingue la fauna y pone en peligro la existencia humana.
La pandemia ha hecho visibles las tremendas deficiencias que imponen la pobreza, los deficientes sistemas de salud y saneamiento, la poca solidaridad entre países y la profunda fragilidad humana. Es el momento en que la Escuela debe asumir su función socializadora y democratizadora, formando con énfasis en la igualdad de derechos, destacando la gran importancia de lo público y que todos los ciudadanos son públicos, no el Estado y mucho menos solo el Gobierno.
Para el filósofo francés Edgar Morin, el papel del profesor es “problematizar”, es decir, poner a la gente a pensar y fomentar la curiosidad crítica; mientras que educar es “facilitar la construcción de proyectos de vida en interacción con otros seres y con la naturaleza”. El profesor debe cuestionar los planes de estudio centralizados, los métodos autoritarios y el aprendizaje “bancario”; Definir metas educativas que promuevan el pensamiento crítico, la capacidad de aprender a aprender y hábitos sociales de igualdad, equidad y ética para la convivencia. Una forma es una enseñanza práctica basada en el análisis de problemas que involucran el trabajo en equipo y la cooperación, fomentando las habilidades colectivas y la aceptación respetuosa de las diferencias, para que la escuela enseñe a vivir en una futura comunidad solidaria.
Los proyectos pueden surgir de situaciones reales, como:
¿Qué es el coronavirus? Estudiarlo con el apoyo de los padres y la comunidad, relacionado con instituciones y organizaciones sociales. Determinar cuáles son sus causas, quiénes son los más vulnerables, cómo pueden cooperar los estudiantes, qué son las vacunas, por qué es necesario vacunar a la mayoría de la población mundial, etc.
¿Qué es el medio ambiente? ¿Qué daño le inflige la humanidad? ¿Qué situaciones indican que la tierra está sufriendo? ¿Cómo afectan los problemas ambientales a la vida? ¿Qué puede hacer la escuela para ayudar a sanar el medio ambiente?
¿Por qué y cuándo surgieron organizaciones internacionales como las Naciones Unidas (ONU), la Organización Mundial de la Salud (OMS) y las organizaciones de derechos humanos? ¿Cuáles son tus metas? ¿Cómo trabajan? ¿Por qué son necesarios?
La nueva escuela debe ser una comunidad de aprendizaje cara a cara en la que los maestros y estudiantes confíen en la tecnología y rescaten viejas técnicas exitosas, como juegos educativos, guías de estudio, manuales, tradiciones, costumbres comunitarias y más.
La nueva escuela también debe ser una red, tejida a partes iguales por hombres y mujeres, en la que todos participen en las decisiones, basadas en el respeto a la vida – y no solo a la vida humana – en pos de una sociedad justa, respetuosa de las características de la Tierra, que es el hogar de todos.
Doctor en Educación.