En las zonas áridas de Argentina, las comunidades indígenas están afrontando una crisis silenciosa y devastadora: la falta de agua potable. El {{KEYWORD}} cambio climático ha exacerbado las sequías y temperaturas extremas, complicando el acceso a este recurso vital y convirtiéndolo en un reto diario. En Santa Victoria Este, en la provincia de Salta, cientos de familias dependen de recursos precarios o de la ayuda de proyectos internacionales para poder subsistir. Esta situación no solo evidencia la vulnerabilidad ante el clima, sino también la desigualdad histórica que estas comunidades han enfrentado durante décadas.
Influencia del {{KEYWORD}} cambio climático en las comunidades indígenas
El {{KEYWORD}} cambio climático ha intensificado la falta de agua a nivel global, impactando de manera significativa a las comunidades indígenas en áreas áridas. En Santa Victoria Este, miles de personas sufren una gran vulnerabilidad hídrica. La falta de acceso al agua potable, junto con condiciones climáticas extremas, pone en peligro la supervivencia de estas comunidades. Las temperaturas en la temporada seca a menudo superan los 50°C, evaporando las escasas fuentes naturales de agua y complicando su obtención. Además, el agua subterránea disponible en la región tiene altos niveles de salinidad, lo que la hace inadecuada para el consumo humano.
Demandas históricas y respuestas institucionales
Las comunidades indígenas en Salta han pasado décadas reclamando el reconocimiento de sus derechos fundamentales, incluyendo el acceso al agua potable. Esta problemática, profundamente enraizada en la carencia de infraestructura y la desigualdad histórica, se ha tornado aún más urgente en el actual contexto de cambio climático. En 2020, la Corte Interamericana de Derechos Humanos exigió al Estado argentino que garantizara este derecho esencial, pero los retos siguen presentes. La escasez de agua no solo amenaza la salud de las personas, sino que también afecta la capacidad de las comunidades para criar su ganado y cultivar sus alimentos, impactando su seguridad económica y alimentaria.
Las comunidades indígenas de Salta llevan décadas exigiendo el reconocimiento de sus derechos básicos, incluido el acceso al agua potable. Este problema, arraigado en la falta de infraestructura y en la desigualdad histórica, se ha vuelto más apremiante en el contexto actual de cambio climático. En 2020, la Corte Interamericana de Derechos Humanos instó al Estado argentino a garantizar este derecho fundamental, pero los desafíos persisten. La falta de agua no solo pone en peligro la salud de las personas, sino que también impacta la capacidad de las comunidades para sostener su ganado y cultivar alimentos, afectando su seguridad alimentaria y económica.
Como respuesta a esta crisis, la Oficina de las Naciones Unidas de Servicios para Proyectos (UNOPS), junto con el Ministerio de Obras Públicas de Argentina y entidades locales, ha puesto en marcha un proyecto para mejorar el acceso al agua potable en Santa Victoria Este. Se han instalado 75 sistemas de captación y almacenamiento de agua de lluvia, beneficiando a 12 comunidades indígenas. Cada uno de estos sistemas cuenta con una cisterna de capacidad para almacenar hasta 16,000 litros de agua, suficiente para satisfacer las necesidades básicas de una familia durante seis meses. Estas cisternas están equipadas con sistemas de filtrado para garantizar que el agua recolectada sea segura para el consumo humano.
Involucración comunitaria y empoderamiento
Un factor esencial del proyecto ha sido la participación activa de las comunidades indígenas. Las familias han elegido dónde colocar las cisternas, garantizando que se ajusten a sus necesidades particulares. Además, hombres y mujeres han sido capacitados en el uso y mantenimiento de estas cisternas, promoviendo la equidad de género y el empoderamiento comunitario. Tatiana Pereira, presidenta de la Cooperativa Indígena Chowhay, señaló que el proyecto no solo ha mejorado el acceso al agua, sino que también ha generado empleo y empoderado a las mujeres. En una región donde las oportunidades laborales formales son escasas, esta iniciativa ha proporcionado un sustento crucial para muchas familias.
Más allá del agua: nuevos horizontes
El impacto del proyecto va más allá del simple acceso al agua potable. Algunas familias han iniciado el cultivo de huertas, empleando el agua de las cisternas para regar cosechas como tomate y pimiento. Esto no solo mejora su seguridad alimentaria, sino que también incrementa la autonomía económica de las comunidades. Además, el proyecto ha promovido el desarrollo de habilidades técnicas, como la construcción y el mantenimiento de infraestructuras hídricas, reforzando la resiliencia comunitaria ante desafíos futuros.
Retos y perspectivas futuras
Desafíos y perspectivas futuras
Si bien el proyecto de UNOPS ha tenido un impacto positivo, es crucial que estas soluciones se amplíen y se integren en una estrategia nacional que aborde de manera integral la crisis climática y la desigualdad. El agua no debe ser un privilegio, sino un recurso accesible para todos, especialmente para aquellos que han sido históricamente marginados. La colaboración entre comunidades, gobiernos y organizaciones internacionales es esencial para construir un futuro más equitativo y sostenible en el que el agua sea un bien común garantizado.