En las últimas semanas, las acciones del Gobierno y de algunas personas de la sociedad civil y empresarial del país han encendido las alarmas sobre el declive de los valores y principios que rigen la sociedad panameña.
Pero lamento tener que ser pesimista al decir que estas llamadas e inquietudes han llegado un poco tarde, aproximadamente 30 años.
Retorno de la democracia
Durante los 20 años que duró la dictadura, los principios morales y éticos fueron reemplazados por aquellos que permitieron imponer cambios de manera que no cuestionaran las medidas y acciones de los gobernantes. Estas formas de actuar como sociedad comenzaron a justificar privilegios, impunidad, mecenazgo, nepotismo y corrupción.
Con la caída de la dictadura, los políticos que prometieron el regreso de la democracia tuvieron que eliminar todas las malas costumbres que se habían impuesto a la sociedad, para permitir la convivencia pacífica entre los panameños.
Eligieron no hacer lo correcto y prefirieron olvidar el abuso y la injusticia. Pensaban que las heridas se curarían con el tiempo, pero la verdad es que intentar reconstruir un país a través de la democracia en ausencia de igualdad ante la ley y la justicia fue un grave error.
A partir de ese momento, el mensaje que se envió fue que los valores morales y éticos, como la meritocracia, el esfuerzo, la honestidad, no son necesarios y que el nepotismo, el privilegio y el mecenazgo sí pagan. Creando un sentimiento de insatisfacción e injusticia, promoviendo divisiones y fricciones entre los ciudadanos.
La clase politica
El regreso de la democracia y la omisión de los cambios le dio a la clase política una posición de poder absoluto. Durante estos 30 años, el tamaño del Estado no ha dejado de crecer, así como su intervención y control sobre los panameños.
A medida que el Estado ha aumentado, también lo han hecho los antivalores, la clase política ha caído en una condición de arrogancia y orgullo digno de cualquier monarquía absolutista, la creencia de que son intocables y que, cuando son elegidos por el pueblo, solo ellos saben lo que es bueno para nosotros. El populismo y el clientelismo han visibilizado la crisis institucional que vivimos hoy, la falta de separación de poderes, la prostitución de las leyes, que se utilizan a su favor para aumentar sus privilegios y poder.
Todo ello ha creado un sentimiento de abandono por parte de la sociedad, que sin un futuro que permita ese sentimiento de libertad y una vida mejor, abriendo el camino a esos viejos ideales que, empujados por la desesperanza, el resentimiento y los sentimientos de impotencia, propician la aparición de Soluciones altruistas que, prometiendo el paraíso en la Tierra, terminan imponiendo una sociedad donde la vida, la propiedad y la libertad no existen.
Sector empresarial y sociedad civil
El sector empresarial no escapa a ser parte del declive y de la situación en la que nos encontramos. Durante la dictadura una parte del sector empresarial se instaló y negoció con la dictadura privilegios e incentivos que le permitirían desarrollarse y lograr mantener a flote sus empresas frente al brazo coercitivo del Estado.
Lo que no tiene excusa es que, luego del regreso de la democracia, continuaron favoreciendo al Estado, impulsando un viejo sistema de mercantilismo, donde, en connivencia con el poder, les permitió tener una posición exclusiva y cómoda, a través de privilegios, monopolios y proteccionismos. , con el fin de garantizar su prosperidad y seguridad, a través de “lobbies”, grupos de presión, contribuyendo así al clientelismo, el nepotismo, la prostitución de las leyes y la pérdida de una sociedad libre.
Estas formas de actuar, como las que expresa la sociedad civil cuando demanda mayores subsidios, servicios gratuitos y ayudas estatales, desconociendo si son viables o no, cobrando los costos a terceros o generaciones futuras. Todas estas formas de actuar han contribuido al declive y la pérdida de valores en la sociedad.
Hoy muestran preocupación porque ese envidiable crecimiento económico parece haber terminado. Donde sus propios privilegios han jugado en su contra, generando condiciones que hoy están afectando su productividad, competitividad, fuerza laboral y estructura productiva.
Olvidaron que la globalización no compite con lo nacional, sino con el mundo y que Panamá se ha quedado muy rezagado en la carrera, habiendo sido conformidades, con mentalidad de creer que no les afectaría. Es bueno que reconozcan su preocupación, pero sería bueno que generen acciones que den confianza y credibilidad. Podrían comenzar eliminando esos privilegios, proteccionismos e incentivos, de tal manera que se elimine toda desigualdad ante la Ley, ya que una minoría empresarial se beneficia a costa de la mayoría de la población. De lo contrario, las fricciones seguirán aumentando y los antivalores seguirán presentes en la percepción de la sociedad y en la forma de actuar del sector empresarial.
En el final
Lo que nos queda, como sociedad, es reconocer nuestros errores y ser responsables de ellos, ya sean cometidos hoy o hace 30 años. Los únicos culpables somos nosotros como sociedad, tanto por eludir nuestras responsabilidades como por haber omitido y vendido nuestros principios y valores por condiciones de seguridad y conformidad. Para salir de la brecha en la que nos encontramos, no hay otra salida que resolver nuestras diferencias, debatir nuestras ideas y permitirnos llegar a un consenso sobre la sociedad que queremos, no para nosotros mismos, sino para las generaciones futuras. Requiere el esfuerzo de todos, esto no es sacrificar unos por otros.
Debemos partir de una Nación donde lo importante es el respeto a la libertad, la propiedad y, sobre todo, el respeto a la Ley y su igualdad, independientemente de la raza, creencia, color e ideología.
Estudiante de economía.