Este drama, digno de una convulsión social, sepultado por la ola publicitaria del debate fiscal, fue visto por nuestro pueblo con una indiferencia patológica, no de carácter somático, sino de la más terrible de todas, la de orden moral, que que carcome y postra el alma colectiva.
Publicado originalmente el 29 de enero de 2005.
Los crímenes cometidos en América Latina por los militares en el poder han sido espantosos. Como diría Neruda en un verso de censura de los crímenes de antaño, estos asesinos son «chacales que el chacal rechazaría». Los extremos de maldad vistos en Argentina, Chile, Guatemala, Panamá y en otros países no tienen paralelo en la historia del crimen político. Hay casos resguardados en un drama terrible. En Guatemala se ha sabido que durante su última tiranía militar más de 5.000 niños fueron arrebatados de sus hogares, cuyos padres habían sido asesinados. Ahora, como adultos, regresan con sus verdaderos familiares, después de haber convivido con los ilegítimos beneficiarios de los secuestros. Los reencuentros son crudos, dolorosos y resulta incomprensible el mal absoluto, rayano en la locura, de los militares ejecutores de estos episodios.
“Los extremos de maldad vistos en Argentina, Chile, Guatemala, Panamá y en otros países no tienen paralelo en la historia del crimen político. Hay casos amparados en un drama terrible ”.
Recientemente, en Panamá le entregaron a la señora María Gálvez Quintanar los restos de su hijo Ever Quintanar, asesinado por la dictadura, inexplicablemente encontrados en un almacén del Ministerio Público. Esta madre sufrida recibió los restos de su hijo y no tuvo palabras de resentimiento. Envuelta en el manto de piedad y resignación cristiana, le agradeció porque ahora sabe dónde está su hijo y dónde traer una lágrima, una oración y una flor.
Este drama, digno de una convulsión social, sepultado por la ola publicitaria del debate fiscal, fue visto por nuestro pueblo con una indiferencia patológica, no de carácter somático, sino de la más terrible de todas, la de orden moral, que que carcome y postra el alma colectiva. Solo sus familiares y la Comisión de la Verdad estuvieron presentes en los ritos fúnebres celebrados por la iglesia.
El resto de la población estaba fragmentado. Una parte ubicada en su silenciosa adhesión a los valores morales y otros consagrados a sus vicios nacionales: el juego, la maraca y el licor. Como los males suelen ir acompañados de males, el Gobierno ordenó recientemente la liberación de los asesinos de Edwin Heredio Amaya, un joven campesino víctima de la dictadura militar. La decisión del gobierno no fue impugnada por ilegal, pero el hijo de la víctima, libre de venganzas y rencores, solo pidió a los responsables del crimen que le dijeran dónde estaban los restos de su padre. Como en el caso de la cabeza de Hugo Spadafora, mientras no aparezcan los restos óseos, la conciencia de los verdugos no tendrá paz ni el perdón podrá aflorar como sentencia final de los familiares afectados.
El error de la justicia pública, que se elabora en los tribunales, es pensar que su función termina con los veredictos. Mientras no se encuentre todo el cuerpo del crimen, mientras no se entreguen los restos mortales de sus seres desaparecidos a sus familiares, existe un default, una deuda por saldar o algo que hacer en el ámbito de la investigación oficial. .
No comento en este artículo los delitos sexuales cometidos en perjuicio de los presos durante estas dictaduras férreas, no superados por los delitos de la misma naturaleza cometidos por el Ejército de los Estados Unidos contra la población carcelaria del pueblo iraquí, porque sería Dramatizar una realidad que no debe ser adulterada con imaginación o retórica sancionadora.
En otras sociedades víctimas de los déspotas del cuartel, la lucha por la justicia es indomable. La sociedad chilena –Gobierno y pueblo– está luchando para que prevalezca toda la verdad.
Mientras esa verdad no sea del conocimiento público, no existirá en Chile, dijo su presidente, una ley de Punto Final. Es decir, no se puede decretar el olvido si la justicia no ha cumplido su misión reparadora. Es justo y necesario reparar a las víctimas y también a la historia del pueblo chileno tan identificado con los valores superiores de la humanidad. Allí el ejército como institución, avergonzado, ha tenido la grandeza y la humildad de pedir perdón por crímenes cometidos en otras ocasiones, por otros líderes y otras tropas. Así es como se construye la reconciliación nacional. Pero entre nosotros toda sensibilidad y toda autocrítica, toda humildad y toda grandeza son nulas.
A veces llego a creer que hay un orgullo manifiesto por los crímenes cometidos entre los autores, cómplices y encubridores, muy equivocadamente convencidos de que toda la sociedad carece de opinión crítica, conciencia cívica y apoyo moral.
Es más que obvio que otro sería el panorama de las víctimas de la dictadura militar si los distintos sectores sociales se hubieran identificado solidariamente con ellos o hubieran revelado su dinámica social, hoy tan estrechamente emparejada con sus intereses, por los crímenes. motivo de las reformas fiscales.
La avalancha opuesta a las reformas, armada por los medios conductores de opinión pública, si también se había concebido como un reproche a los excesos del cuartel, ya no era una avalancha en su etapa formativa o amenazante, era un colapso abrumador exigiendo y logrando justicia, reparación, el cese del cinismo de los responsables y el absoluto imperio de la verdad. Es decir, en Panamá se vive hoy la estimulante experiencia de la sociedad chilena tan comprometida con una salida, sin impunidad, del oscuro período dictatorial.
EXPEDIENTE
Un ganador en el campo de los ideales de libertad:
Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia
Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé
Muerte: 14 de noviembre de 2008, Ciudad de Panamá
Ocupación: Abogado, periodista, docente y político.
Creencias religiosas: católicas
Viuda: Sydia Candanedo de Zúñiga
Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como líder estudiantil que rechazó el Acuerdo de Base Philoso-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y líder de la Cruzada Nacional Civil. Fue reconocido por sus múltiples defensas criminales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden de Manuel Amador Guerrero, Justo Arosemena y la Orden del Sol del Perú.