«La demanda ciudadana de transparencia debe entenderse en el contexto de una transición natural hacia una democracia basada en la confianza»
El tema de la transparencia, como principio fundamental de un nuevo modelo de gobernanza pública, se convertirá en una de las principales luchas en el futuro inmediato y no dejará de serlo hasta que se levanten los indicadores de confianza ciudadana en las instituciones democráticas.
Según datos recientes del Latin Barometer, los niveles de confianza de los panameños en las instituciones democráticas se encuentran entre los más bajos de la región y este porcentaje cae drásticamente entre los ciudadanos menores de 40 años.
Los votantes entre 18 y 30 años representaron el 29,9% del electorado en el último proceso electoral panameño. En Costa Rica, los jóvenes entre 17 y 35 años fueron la población con mayor peso en el padrón electoral, representando el 40% del mismo.
Los jóvenes que tienen entre 18 y 35 años se caracterizan por regir su comportamiento según una escala de valores diferente a las presentes en generaciones anteriores. El comportamiento del voto juvenil está vinculado principalmente a la ruptura del llamado “statu quo”; es decir, “la vieja forma de hacer política”, propia de nuestra democracia limitada y clientelista, un sistema político que reconoce el valor del sufragio, sin embargo, como señala el sociólogo español Manuel Castells, “la elección se limita a aquellos quienes ya están integrados en las instituciones y los intereses creados de la sociedad, con todo tipo de obstáculos en el camino para cualquiera que intente ingresar a este dominio político bien definido.
Los intentos de lograr reformas estructurales encuentran resistencia por parte de los beneficiarios del actual «statu quo», por lo que la lucha será ardua. Esto se aplica específicamente al tema de la transparencia, ya que la «transparencia gubernamental» implica una transferencia o transferencia del poder político de los gobernantes a los ciudadanos. Es una cuestión de «poder»; y, como hemos visto, el poder no se cede, es una lucha cívica en la que las generaciones futuras deben tomar la iniciativa.
Con miras a ese objetivo, debe existir una hoja de ruta que refleje los sentimientos de esa mayoría de ciudadanos. Desarrollar con la debida profundidad cuáles son las reformas necesarias en materia de transparencia en este espacio es imposible, pero podemos señalar algunas.
La Ley 33, que crea la Autoridad Nacional de Transparencia y Acceso a la Información (Antai), de 2013, indica que Antai actuará “con plena autonomía funcional, administrativa e independiente, en el ejercicio de sus funciones, sin recibir instrucción de ninguna autoridad, organismo estatal o persona ”; Sin embargo, esto ha sido imposible debido, entre otras cosas, a que Antai depende del presupuesto asignado por la Presidencia para su funcionamiento.
Otros países han determinado que, para que su órgano de gobierno de transparencia sea verdaderamente autónomo, especializado e imparcial, debe ser dirigido por un colegiado integrado por cinco o siete personas nombradas por un período de siete años, que no coincide con el calendario electoral y, a su vez, debe tener la capacidad de decidir sobre el ejercicio de su presupuesto y determinar su organización interna.
La enorme cantidad de responsabilidades que tiene Antai imposibilita (a pesar de los sinceros esfuerzos de sus funcionarios) lograr resultados que sean reconocidos por la ciudadanía como un verdadero avance hacia una democracia de confianza, por lo que las entidades deben dividirse en dos, una que es responsable solo del derecho de petición y otro que dirige las acciones encaminadas a establecer un gobierno abierto y una agenda proactiva para combatir la corrupción.
Las reformas a la Ley de Transparencia deben enmarcarse bajo un principio de «máxima publicidad», que define que toda la información en posesión de los sujetos obligados será pública, completa, oportuna y accesible y, lo que es muy importante, sujeta a un claro «régimen de excepciones» que debe ser definido, legítimo y estrictamente necesario en una sociedad democrática.
Otros aspectos, como la transparencia presupuestaria, la transparencia judicial, la transparencia parlamentaria, la transparencia en la contratación pública y el silencio administrativo positivo, entre otros, también deben ser abordados e incluidos en esta hoja de ruta.
La demanda ciudadana de transparencia debe entenderse en el contexto de una transición natural hacia una democracia basada en la confianza. La transparencia no puede ser un fin en sí mismo, sino un medio activo para estimular la rendición de cuentas, lo que a su vez permite a los ciudadanos participar activamente en la toma de decisiones en los asuntos públicos que les conciernen directamente y viabilizan su participación. ejercicio del papel que deben desempeñar en una sociedad verdaderamente democrática: el papel de los soberanos.
Politólogo, miembro de la Comisión Nacional de Gobierno Abierto.