La llorona del 25 de agosto de 2021

El mundo ya giraba rápido pero, si es posible, se ha acelerado cada vez más: política, económicamente y con el flagelo climático (…) Pero en política más

En tecnología, en medicina y en la vida misma, todo va muy rápido. Pero en política aún más: los vivos nunca pueden estar tranquilos y los muertos a veces resucitan.

Que le digan al expresidente Mariano Rajoy que a mediados de mayo de 2018 estaba celebrando alegremente con su equipo una cena especial en un hotel de Gran Canaria: acababan de aprobar los Presupuestos Generales del Estado. Solo quince días después ya no era presidente, derrocado por una inusual moción de censura que elevaría a Pedro Sánchez a la Moncloa. Aquella fatídica tarde del 1 de junio, Rajoy se reunió con los mismos canarios en una sala privada de Madrid para una comida fúnebre. Fue viernes. El martes siguiente, al mediodía, dimitió como presidente del Partido Popular y dimitió como diputado. Salvo un accidente fatal o una debacle electoral, una salida tan vertiginosa de la política parece imposible.

Ese martes por la tarde, en el Próximo Foro Educativo, el expresidente José María Aznar iba a presentar el libro “No hay ala poniente en Moncloa” de Javier Zarzalejos. Algunos predijeron que Aznar no aparecería. Poco lo conocen. Me senté a su lado en la mesa del orador y disfruté leyendo la batería de titulares escritos en su cuaderno antes de que los publicara. Más que titulares, eran misiles. En lugar de pronunciarlos, los lanzó con un rugido. «Cuando me fui, en España había una banda derecha y hoy tenemos tres», disparó a Mariano. Tan cierto como que hoy solo quedan dos derechos y, a veces, por sus declaraciones, parecen uno. Lo peor.

El 11 de agosto, la OTAN estimó que el gobierno afgano podría resistir a los talibanes durante tres o cuatro meses. No tres meses, no tres semanas. Poco más de tres días. El presidente Asraf Ghani huyó y el frágil sistema de gobierno colapsó. La evacuación tuvo que acelerarse. Cuando algunas fuerzas de la oposición critican que para autorizarlo hubo que aglutinar al Congreso, no se entiende. Son los Parlamentos los que deben decidir entrar en una guerra, o salir de ella, pero no organizar una retirada, ni ninguna operación. A la velocidad que va todo, retener decisiones en medio de una crisis por una negociación entre partes, y además de explicarlas en público, no parece adecuado ni prudente. Debemos actuar con urgencia y eficacia, como se hizo. Las encuestas miden el orgullo de los españoles e italianos, países que destacaron en la evacuación.

Sacando conclusiones del fiasco, la Unión Europea cree que es hora de avanzar hacia un batallón europeo de intervención rápida, fuera de la OTAN, que tiene mecanismos más complejos y Estados Unidos al mando. Atentos a los movimientos del vicepresidente Josep Borrell. Desde la sombra es quien propuso la “Operación Torrejón”, con España como puerta europea de evacuación por esa base aérea cercana a Madrid. Las conversaciones entre los ministros de defensa europeos son intensas. Solo hay que esperar el resultado de las elecciones alemanas donde puede pasar cualquier cosa.

El mundo ya estaba girando rápido pero, si es posible, se ha acelerado cada vez más: política, económicamente y con el flagelo climático que colocó al estado de Luisiana, o la ciudad de Nueva York, en el nivel de emergencia de Haití. Todo es volátil. Pero más en política.