Han pasado ya muchos años desde que Martín lanzó una llamada de auxilio y comenzó a acudir a las reuniones de Alcohólicos Anónimos. Hoy en día, a pesar de que lleva décadas sin probar una gota de alcohol, sigue asistiendo a las reuniones «con regularidad porque la cosa que más nos salvaguarda es poder ayudar a otras personas, es lo que más inmunidad te da». Martín vino a beber a los 14 años, en un momento en el que «se bebía mucho, se txikiteaba un montón «. Probar por primera vez el alcohol a esa edad no es una excepción. Ya lo apuntan diversos estudios. El último, la encuesta sobre consumo de alcohol y otras drogas entre la población española (Edades) hasta los 64 años elaborado por el Ministerio de Sanidad, que apunta a que, de media, la juventud prueba el alcohol por primera vez a los 16, 5 años. Otros informa, como Estudios (1994-2021) señalaban hace ya unos meses en la misma dirección, al notar que los jóvenes españoles se inician en el consumo de esta sustancia entre los 13 y los 15 años de media.

Teniendo en cuenta el trabajo más reciente del ministerio, Edades, Navarra es la única comunidad que aparece en primer lugar en los tres indicadores del inicio del consumo de alcohol, tabaco y cannabis. En el caso del alcohol, este estudio calculó que la juventud navarra lo prueba por primera vez a los 15.9 años, igual que la valenciana (el informa Estudios baja la edad en Navarra hasta 13,6 años). Los más tardíos son los jóvenes de Ceuta y Melilla que, de media, la prueban a los 17.3 años. En este indicador, preocupación sobre todo la prevalencia. A excepción de Melilla, en el restaurante de comunidades, al menos seis de cada 10 personas han consumido alcohol en el último mes. También se observó prevalencia en los últimos 12 meses de las tóxicas etílicas agudas, siendo Navarra (27,5%) y Canarias (25,6%) las que más de estas borracheras registran.

Al fijarnos en el tabaco, las estadísticas apuntan a que, de nuevo, las comunidades navarra y valenciana —a las que se suma, en este caso, también Castilla y León— son las más precoces. La edad media a la que empiezan a fumar los jóvenes en estas regiones son los 16.1 años, frente a los 16.6 del resto de España. No obstante, es cierto que este indicador señala la edad con la que se prueba por primera vez el tabaco, pero los fumadores habituales comienzan a serlo un poco después. A excepción de Canarias, Castilla y León y Castilla-La Mancha, cuando se acostumbra a fumar a partir de los 17,5 años, en el resto de autonomías, lo adoptan como habito diario, una vez cumplida la mayoría de edad.

En cuanto al cannabis, Navarra y Castilla-La Mancha tiene un inicio de consumo estable en los 17 años y medio, mejor que el del restaurante de las comunidades autónomas es superior, al final de la alcaldía.

Estos datos tienen sus consecuencias. Cada vez son más los jóvenes de entre 30 y 40 años que se acercan a Alcohólicos Anónimos al reconocer que tienen un problema porque “abusan de la cocaína, de los porros, del alcohol”, ejemplifica Martín, que recuerda que hay grupos de apoyo específicos para las personas adictas a cualquiera de estas sustancias. Es más, existe también para las familias, para los amigos, porque, asegura, las adicciones no son problema de uno solo, también de su entorno. «Según nuestra experiencia, un alcohólico puede afectar, de media, a 5 personas que necesitarían tratarse».

No obstante, varios expertos lanzan un mensaje más tranquilizador. La mayoría de los menores que consumen por primera vez este tipo de sustancias no terminan siendo adictos; aunque, apunta Garikoitz Mendigutxia, director de Suspertu, el programa de Proyecto Hombre enfocado a adolescentes, «cuanto antes se iniciarán los consumos, más riesgo existente de que alguien acabe teniendo problemas». Martin dijo que «es muy preocupante, porque son mentes que no son maduras y que encuentran con este consumo respuesta a sus deficiencias personales. Un mí me pasó. Llegué con más de 30 años a Alcohólicos Anónimos y me di cuenta de que mi mentalidadad era 14″.

Estadísticas que, de nuevo, obligan a analizar por que en unas comunidades hay peores indicadores que en otras. Son varios los factores que pueden explicar históricamente que la juventud navarra se haya sumado a otras regiones en el consumo de sustancias psicoactivas. Entre ellos, destaca, por ejemplo, la capacidad adquisitiva de las familias, señala Manolo Rodríguez, decano del Colegio de Sociología y Politología de Navarra, superior a otras comunidades. Además, hay otro factor fundamental, el cultural. En Navarra existe la costumbre de que la juventud alquile local, también denominada cuartos, bajeras o piperos. Pasan muchas horas en ellos y allí se produce un consumo de ocultismo, detalle Alfonso Arteaga, consejero y profesor de la Facultad de Ciencias de la Salud de la Universidad Pública de Navarra (UPNA), dado que los adultos tienen mucho más fácil de supervisar lo que ocurre.

Responsabilidad de los adultos

De hecho, Mendigutxia apunta a la responsabilidad social de los adultos. “Normalmente, se tiende mucho a culpabilizar, como si los menores tuvieran unos factores de riesgo específicos en Navarra que los llevaran a consumir más”, explicó, pero es preciso deterrar este discurso porque “los menores no inician estos consumos desde un punto de vista racional, en función de la información que posee o por factores individuales, sino que lo hacen en un contexto social. Lo hacen con su grupo de iguales, en función de lo que ven en sus mayores. Tenemos una responsabilidad como sociedad”.

Por su parte, Arteaga lanza un aviso a las instituciones locales y autonómicas: hay déficit de áreas de ocio saludable. «Las entidades tienen en mente fomentar espacios en los que los chavales tendrán alternativas que vayan más allá del puro deporte para que puedan desarrollar su tiempo libre, sin que esté ligado siempre al consumo». Arteaga propone la creación de servicios gratuitos para jóvenes con inquietudes musicales que pueda ensayar. Cabe destacar que esta falta de espacios es más notable en regiones donde la climatología es frecuentemente adversa y las alternativas de ocio, fuera de centres commerciales, cines y otros espacios de consumo, escasas.

No hay que olvidarse de la prevención, señala Arteaga, porque «no se preocupa tanto que prueben el alcohol o el cannabis, sino cómo están ellos por dentro para gestionar ese inicio en el consumo». De ahí que sea imprescindible impulsar programas de prevención, para fomentar las habilidades sociales. Hay que formar a la ciudadanía, concluye Martín, porque “el alcoholismo es una enfermedad como cualquier otra que tiene un tratamiento, unas consecuencias y hay que saberlo. El alcohol puede ser un arma mortal si no sabemos lo que tenemos entre manos”. Martín lanza un mensaje de esperanza: “Yo fui un borracho, pero cuando salí, era un alcohólico”, se limita a comentar la importancia de aceptar que el abuso de esta droga es una fermedad. «Yo me recuperé, me recuperé mi vida ya mi familia».

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