La llorona del 25 de agosto de 2021

Ante nosotros se extiende el camino de la patria, con esa estilizada melancolía atemporal de Gaspar Octavio Hernández, que en un lírico arrebato canta: “en fervoroso patriotismo… se inflaman nuestros fuertes corazones. «

«Patria» es una referencia muy concreta de cosas, lugares y seres queridos que nos definen, en nuestro caso, como panameños, siendo al mismo tiempo una palabra con una resonancia poética infinita, además de ser, filosóficamente, un universal, penetrante. y concepto trascendental.

Esas “cosas” entrañables, como las “torres viejas” del inmortal poema “Patria” de Ricardo Miró; o “lugares” de vivencias repetidas como “los muros de un barrio” de la canción popular de Rubén Blades, del mismo nombre “Patria”; o de «seres» amados como «los hijos combatientes de Urracá» de la obra «Panamá defendida» de José Franco, elevan estas tres singularidades a un plano simbólico del tiempo y de la vida real, que exaltan tanto o más nuestro amor patriótico en esos dos poemas y una canción, como veremos más adelante.

Pero hay algo más que no está contemplado en esa realidad que los alimenta, donde parece enfrentarse a un tiempo pasado que surgió de la historia: nuestra nacionalidad, haciendo aparentemente innecesario apoyarse en esas otras figuras poéticas mencionadas anteriormente.

Por ello, estos dos conceptos, patria y nacionalidad, tienen la categoría de personajes claves, con la resonancia poética épica histórica mencionada anteriormente, al superponerlos a la visión de nuestra panameña. Esto se debe a que, como en toda poesía, poder transformar un objeto referencial -la noche, el sol, un jardín, etc.- en una expresión poética compartida y pública, implica necesariamente un juego comunicativo entre el poeta y su público, como así como el nuestro. El panameño también requiere proyectarse desde ese marco referencial de la patria y la nacionalidad, tan íntimo y subjetivo como la inspiración de un poeta, para convertirse en una emoción patriótica generalizada.

Este nuevo plano simbólico proyecta la patria hacia lo concreto, cerrando así ese círculo poético – patria, nacionalidad, panameña – para convertirla en mito y fuerza creadora, que es una llamada íntima y vocacional de cada panameño.

Pero, ¿qué es una vocación íntima? Suele ser una atracción inexplicable, casi siempre imparable, hacia una actividad, invariablemente asociada al talento o habilidad que requiere su creador, con menor o mayor grado de excelencia a la hora de realizarla. Esa llamada o vocación a hacer lo que pide nuestro talento, nace de una disposición innata, inseparable de nuestro ser más íntimo, que al mismo tiempo nos da nuestra capacidad creativa, como cuando Miró escribió su famoso poema elevándolo a un bello comunicativo. y norma rítmica, fruto de esa inspiradora nostalgia.

Esta búsqueda salvadora que afronta todo, va de la contemplación a la acción y nos conduce al problema de nuestra identidad personal, tan necesaria para apropiarnos de los secretos de cómo hacer patria. Aquí no vale un poco de patriotismo reflexivo, alejado de la realidad, sino uno que nos ponga en contacto con nuestra propia conciencia para darnos, individualmente, esa intuición sensible de la patria. Esa conciencia, forjada en las cosas, lugares y seres que amamos, nos enseña la virtud de saber vivir bien, trazando el rumbo y cauce personal de nuestro auténtico patriotismo. «Toda la historia de la humanidad es obra del hombre sobre el medio en el que vive», nos dijo Miguel de Unamuno; y Antonio Machado nos recalca «La patria es algo que se hace constantemente y se conserva sólo por la cultura y el trabajo».

Ante nosotros se extiende el camino de la patria, con esa estilizada melancolía atemporal de Gaspar Octavio Hernández, que en un lírico arrebato canta: “en fervoroso patriotismo… se enciende nuestro corazón fuerte”.

Ex diplomático