La temporada electoral argentina arrancó este domingo con la particular primaria abierta y simultánea, pero no obligatoria, de La Pampa. Apenas el primero de al menos una docena de domingos de 2023 donde en algún rincón del país habrá ciudadanos poniendo votos en urnas y candidatos rezando por ser elegidos.

La política parece coincidir sólo en eso: ya que no puede con los paneles, multiplica las elecciones. Y que no caiga.

Sucederá una suerte de en crescendo. Entre los días más trascendentes, el 16 de abril, elegirán gobernador Río Negro y Neuquén. El 7 de mayo, Jujuy, Misiones y La Rioja. El 14, lo harán La Pampa, San Juan, Salta y Tucumán. El 11 de junio, San Luis, más las PASO en Mendoza.

El domingo 13 de agosto, una cita clave: las PASO para presidente, diputados y senadores nacionales y para cargueros locales en la Provincia y la Ciudad de Buenos Aires.

El 22 de octubre es la fecha estelar, con la elección general para presidente, gobernador bonaerense, jefe de Gobierno de la Ciudad y legisladores nacionales, también cargueros locales en Chubut, Santa Cruz, Catamarca y La Rioja. El 19 de noviembre, si faltara, sería el balotaje presidencial.




Las elecciones de La Pampa definen la interna provincial de Juntos por el Cambio. Foto: Télam

En resumen, 11 provincias han confirmado el desdoblamiento. Otras características sin poner fecha, entre ellas algunas muy importantes, como Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos. Seis votarían de manera unificada con las nacionales.

Para hacer la cosa más entretenida, habrá distritos con PASO, otros sin, con balotaje y sin, con voto electrónico o la tradicional boleta de papel, algunos con Ley de Lemas y hasta la rareza tucumana de los acoples. Más argentino no consigue.

Por supuesto, lo que más Ayuda tiene la confusión general es el caliente interno que atraviesan las dos coaliciones centrales del país por los candidatos importantes. Como es sabido, lejos están de tener ciertos números.

Por el lado de la oposición abundan los postulantes y los desconocidos. Rodríguez Larreta, Bullrich, Vidal, Morales, Carrió, Pichetto y Manes. Siete. Ninguno es número puesto, más allá de que el jefe de Gobierno porteño y la presidenta del PRO posean alguna ventaja en las encuestas. Claro, El problema de estos siete es un octavo, Mauricio Macriquien no definió si correrá la carrera a la rosada otra vez o no.

La incertidumbre que generó el expresidente no parece beneficiar a Juntos por el Cambio. Su apoyo explícito a algún precandidato podría volcar la interna y adelantar tiempos, ahorrando energías y costos. Limitaria el desgaste. Sería una actitud generosa, cualidad que no sobra en un ecosistema donde se acostumbra a mirar primero el ombligo propio.

Tras un mes en Qatar y otro en la Patagonia, partá ahora a Italia a seguir con sus tareas como funcionario de FIFA. Macri obviamente cree que las ausencias no le pasarán factura. Ni como árbitro partidario ni como candidato, en caso de que esa fuera su elección. Habra que verlo.

En el oficialismo también campean las dudas, pero lo que faltan son candidatos. El presidente Fernández se postula a sí mismo, aunque a la vez es quien peor mide, y ni hablar de la poca consideración que tiene su antigua electora, Cristina Kirchner. Ella dijo que no sería candidata, por «proscripta». El enigma es qué efecto tendrá un clamor operativo por ella. Massa, por su parte, dice que no, pero sabe que le gustaría. A el el límite lo pone la inflación.

¿Entonces? ¿Quién tendrá el gran bonete? Non la tiene fácil el Frente de Todos. Su malísima gestión y su expuesta fractura interna son cartas pobres para este juego.

Enfrascados en estas cuestiones, apasionados por las elecciones y la interna, los directos de ambos bandos priorizan agendas personales y lucen incapaces de sacrificarse “por el equipo”. Parecen perder de vista la realidad cotidiana, lo duro que se hizo vivir en la argentina para un número grande, muy grande, de personas.

Distraídos, aún se sorprenden del crecimiento en los sondos de Javier Milei.

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