« Taxe Robin des bois », Taxe Tobin ou « TTF », quel que soit le nom qu’on lui donne, l’idée d’une taxe sur les transactions pour rééquilibrer les effets financiers procurés de la mondialisation gagne en prix à chaque nouvelle crisis económica. Y por una buena razón, su principio es simple: dada la escala de las transacciones realizadas en los mercados financieros, basta con aplicar un impuesto a una tasa extremadamente baja para obtener ingresos fiscales significativos, sin que haya ningún impacto en el funcionamiento de los mercados.
El ITF tiene todas las ventajas que hacen un buen impuesto: es poco distorsionador, con fuertes efectos redistributivos, sus ingresos son potencialmente altos y sus costos de recaudación mínimos. Si el ITF es tan popular, es también como reacción a la explosión en los volúmenes de transacciones que observamos con la desregulación de los mercados y el desarrollo del comercio de alta frecuencia. Desde la década de 1970, en todo el mundo, el valor de las transacciones bursátiles se ha multiplicado por más de 500. En Francia, la cantidad anual de transacciones en la Bolsa de París fue de 3.500 millones de euros en 1970, 9.000 millones en 1980, 100.000 millones en 1990, 1.000 mil millones en 2000, para llegar a más de 2,000 mil millones en la actualidad.
Sin duda, es por todas estas razones que ahora se aplica, de diversas formas, en más de una treintena de países: en Francia, Italia, España, Suiza, Hong Kong o Taiwán en particular, e ininterrumpidamente durante más de tres siglos en los Estados Unidos. Reino – el impuesto de timbre existe incluso el impuesto más antiguo vigente. Evidentemente, los impuestos a las transacciones financieras vigentes no han impedido el desarrollo de los centros financieros que los aplican, y que se encuentran entre los más importantes del mundo.
Poco impacto en los mercados
Las discusiones en torno al ITF invariablemente se centran en su impacto: algunos esperan reducir la inestabilidad del mercado desincentivando la especulación, mientras que otros se oponen totalmente a su principio mismo, temiendo un aumento en la disponibilidad debido a la falta de liquidez. Los estudios empíricos demuestran que tanto el primero como el segundo están equivocados. Tal como se practica hoy en día, el ITF tiene muy poco impacto en los mercados. No es ni el apocalipsis temido por unos, ni la panacea esperada por otros. No se trata, por tanto, de castigar a los banqueros ni a los mercados, ya que un impuesto con una base amplia y una tasa baja no genera distorsiones, pero sí una alta recaudación.
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