La llorona del 25 de agosto de 2021

Raisa Calderón Del Real sitúa el inicio de su obra en el mes de las características relacionadas con lo oscuro, lo sobrenatural, lo premonitorio. Sus adjetivos sugieren detalles, paradojas, carnavales, máscaras bajo las cuales se cometen delitos. En esta novela, Una disculpa pública, el autor ha creado un personaje característico de la novela policiaca: un investigador nato y por convicción, al mejor estilo del Inspector Jules Maigret de Georges Simenon (Bélgica), o Hércules Poirot de Agatha Christie (Inglaterra ), quien despliega sus dotes de astucia, inteligencia, perseverancia. Es físicamente atractivo, sano y fuerte. Su conducta es ejemplar, clara, directa, incorruptible, cuyas cavilaciones sobre los posibles asesinos revelan pistas sobre el ser humano en general en la Panamá actual.

Esta obra es, al mismo tiempo, una denuncia contra todos los males que en estos tiempos acosan a los ciudadanos de este país, escenario de la novela: corrupción, holgazanería, robo descarado de fondos públicos, descuidos en salud y educación, pobreza.

En este entorno, el fiscal Aruebe ha soñado con ser investigador de delitos desde que era un niño y utiliza su cargo de fiscal para cumplir con esta tarea. En esta trama bien elaborada, nuestro héroe policial se propone descubrir un asesino en serie que deducimos es un individuo, hombre o mujer, que aparentemente se toma la justicia por su propia mano. Este personaje y los demás que lo acompañan en la investigación son delineados por el autor a través de la voz de un narrador omnisciente o los monólogos interiores de los personajes que muestran culpa, soledad, fatalidad, aislamiento, traición, doble ánimo y silencio. Por otro lado, también hay fuertes convicciones y ética en las acciones de nuestro héroe y sus colaboradores. A través de la búsqueda del asesino, existe la exploración del alma humana en general.

Esta obra es una mirada a la sórdida inmundicia moral y las ganas de progresar en la vida, sea como sea, entretejida en una trama interesante y con buen ritmo hasta el final abierto que nos deja llenos de dudas, cabos sueltos que muy bien podrían Será el propósito del autor crear una serie, una saga con el inspector Eduardo Aruebe Hamasaki, «poca charla y mucha acción», como nos dice su creador, para seguir mejor el patrón de la gran serie policial, características de la género policial cultivado por James Ellroy (EE. UU.), Walter Mosley (EE. UU.), Patricia Highsmith (EE. UU.) y los dos autores antes mencionados del género detectivesco y la novela policíaca.

Arrue, que en el desarrollo de sus investigaciones es reflexivo, melancólico en ocasiones y en otras ocasiones revela momentos de gran lucidez e incluso rabia y frustración, es un gran observador, interroga a sus sospechosos tratando de descubrir el vínculo entre tres delitos, al parecer. por suicidio, de igual número de figuras públicas que hubieran cometido delitos de corrupción, uso indebido de fondos públicos, negligencia y mala praxis médica. El detalle que revela la conexión entre los tres asesinatos es «una disculpa pública», cuyo texto se encuentra junto a los cuerpos de las víctimas. Este detalle, y la mirada de terror congelada en sus rostros en el momento de la muerte, añaden intriga y misterio. A pesar de su gran olfato, su humanidad sensible y su experiencia, el fiscal tiene dificultades para descubrir al asesino en serie y esta búsqueda del culpable está respaldada por un equipo clásico:

Cepeda, el personaje esencial, complemento del protagonista;

Liz Michelle Ceballos, el personaje femenino mejor perfilado, atrevido, directo, en una intensa búsqueda de la verdad y la exposición de la misma sin ambigüedades. Se enfrenta al monstruo de mil cabezas de los medios al servicio de los intereses privados. Una de esas cabezas es una mujer, Quica Amores, cuyo personaje muestra que la corrupción también tiene rostro femenino.

Personajes todos perfilados con ligera sagacidad psicológica y cuyo comportamiento subraya y apoya el perfil de su jefe y el hecho investigado.

Su estilo es sencillo sin muchas florituras literarias, aunque encontramos algún detalle literario como un presagio o “presagio” (prolepsis) en la página 50:

“La encrucijada de la justicia movió los hilos de tu destino”, dijo lo que quedó de Ramírez. «

Y algunos momentos casi poéticos, como «… el corazón de ese lugar que olía a anacardo en marzo …».

En toda la obra prevalece el lenguaje sencillo, cotidiano, coloquial con el que el inspector habla con todos aquellos que tienen alguna relación con las víctimas y que permite al lector formar parte de la búsqueda del criminal, utilizando las pistas y evidencias que el autor caer estratégicamente.

Esta novela está al comienzo de una carrera literaria que promete ofrecernos otros momentos de consuelo y exploración. Raisa entra con magníficas demostraciones de talento y conocimiento del oficio de las Escrituras. Solo puedo desearles muchos éxitos y satisfacciones personales y profesionales. Sigue abriendo brechas, no hay un camino correcto en esta cosa de la literatura creativa, pero cuando leemos descubrimos si el escritor realmente ha creado algo bueno. Y este trabajo lo es.

Educador, traductor.