Un chavalito viaja en bus hasta un barrio a las afueras de Logroño. Se baja en la última parada y empieza a andar hacia las canchas municipales. Con pantalones cortos y botines de fútbol, ​​sale de la carretera y ataja por los campos. Tiene prisa porque llega tarde a los entrenamientos. Ya en una silla la mochila roja con el logo del club y empieza a correr hacia sus compañeros del Varea, su equipo. Parece un entrenamiento normal y corriente, con los chicos dándolo todo para lucirse delante de la portería y marcar, pero algo ha cambiado respecto al día anterior. Las gradas están vacías y nadie está sentado en las mesas a la sombra del quiosco de bocadillos. Casi no hay padres y los jóvenes se largan con prisa en cuanto acaban su rutina. «No tengo ganas de volver a pasar por esto», dice otro futbolista de 17 años que prefiere no ser identificado. Se refiere a la atención mediática y las preguntas que tuvieron que portar el pasado verano, cuando su entrenador fue detenido por un presunto delito de abusos sexuales a un menor.

Diez meses después, la Policía Nacional ha confirmado que no se robaron de un caso aislado. Guillermo de Soto, 38 años, a quien en el pequeño mundo del deporte riojano todos conocen como Willy, presuntamente abusado sexualmente al menos ocho jóvenes de entre 15 y 18 años, a los que se engañó con la falsa promesa de un futuro profesional en los Grandes equipos del fútbol español. Su trabajo como entrenador del Varea, equipo de un barrio de Logroño, le permitió ganarse la confianza de los chavales, mientras que su función de ojeador con Osasuna, equipo puntero de la primera división, le proporcionó una mentira irresistible para cualquier joven jugador.

«Confía en mí y serás el próximo Messi». Con esta promesa, que repetía a cada una de sus víctimas, lograba que los jóvenes jugadores enviaran fotografías de sus genitales y se dejaran tocar. Incluso a alguno de ellos llegó a proporcionar dinero por sexo. Luego les pedía que borraran los mensajes y que no hablaran de lo que había ocurrido, porque nadie se podía enterar de que les había prometido un contrato en un equipo de primera división. Ejercía una doble presión sobre sus víctimas. Por un lado, halagaba, haciéndoles sentir únicos e importantes. Pero al mismo tiempo empezaba el chantaje emocional hacia unos menores llenos de ilusiones y dispuesto a todo por no ver escapar su oportunidad en un mundo altamente competitivo como el del fútbol profesional.

Los presuntos delitos se remontan a cuando De Soto trabajó con los equipos del Varea —los juveniles y el tercera semiprofesional que juega en división—, cargo that dejó de ejercer cuando fue detenido en agosto de 2022. “Ese día íbamos a entrenar por la mañana , pero él no se presentó. Dijo que estaba enfermo, que estaba en el hospital. Pero como Logroño es un pueblo, no tardamos nada en enterarnos de lo que había pasado”, cuenta un socio del club deportivo. Se le atribuyen un delito de pornografía infantil, cinco de corrupción de menores, tres delitos de abuso sexual por tocamientos y otros tres de aseo, un delito sexual en el que un adulto acosa sexualmente a menores haciéndose pasar por un adolescente. Los últimos datos del Ministerio del Interior señalaron que en 2021 la policía tuvo conocimiento de que 534 adolescentes habían sufrido aseo en España, más del 23% de los menores entre 12 y 15 años asegura haber recibido alguna petición de carácter sexual en algún momento por parte de un adulto en internet, según un estudio realizado por varias universidades españolas.

La Policía había comenzado a seguirle la pista tras la denuncia de una madre que había encontrado material pornográfico en el móvil de su hijo. Fotos y videos que el joven aseguró haber envidiado al empresario bajo su petición. No era la primera vez que De Soto pasaba por esto. Ya en 2015, cuando estaba trabajando en otro club de Logroño, recibió una denuncia por hechos similares, que fue retirada a los pocos días. La segunda llegó en 2021, meses antes de ser detenido, pero la policía tuvo que desistir tras no encontrar pruebas que la respaldaran. Esta vez, sin embargo, los investigadores estuvieron detrás de él, vigilándole y hablando con su entorno, hasta el día que lo detuvieron en una pequeña aldea a las afueras de Logroño, cerca de la casa de sus padres. Llevaba encima el móvil y una tableta, dos elementos clave para las indagaciones.

“Era pilar fundamental con los dispositivos electrónicos, que eran nuestra principal fuente de investigación en el futuro. Cuando los revisamos, no podíamos creer lo que veíamos”, recuerda el inspector jefe de la brigada provincial Eduardo Esteban, al mando de las operaciones. Casi 63.000 archivos multimedia, gran parte de todo el contenido sexual de distinta índole, incluida la pornografía infantil. Encontrar tantos archivos en casos como este”, asegura el inspector.

Fue entonces cuando empezó la segunda parte de la operación: identificar a los jóvenes que aparecían en las fotografías y vídeos encontrados en los terminales del exentrenador. En algunos vemos la cara de los menores, pero la gran mayoría eran anónimos y difíciles de reconocer. “Estábamos en contacto con la gente del club. Our decían con qué niños relacionaba más, con quién menos. Nos dimos cuenta de que muchos de ellos eran del mundo deportivo y que participaban en los entrenamientos que diregía. Estaba claro que había más de una víctima, que nos encontrábamos con un depredador sexual”, resume Esteban.

Diez meses después de la detención del entrenador —que actualmente se encuentra en libertad con cargos a la espera de que comen el proceso judicial—, celebró una rueda de presa que los mismos convocantes tildan de «unusual». El jefe superior de la Policía Nacional en La Rioja, Manuel Laguna, y la delegada de Gobierno en esta comunidad, Beatriz Arraiz, comparcieron ante los medios el miércoles para dar a conocer los detalles de la investigación, que sigue abierta, con el objetivo de animar a otras posibles víctimas a denunciar. «Por la cantidad de archivos y los muchos años que esta persona ha trabajado con menores, es razonable pensar que el número de víctimas sea mucho más elevado», explica Zita Cascallana, jefa del grupo de la unidad familiar y atención a la mujer.

El Polideportivo Municipal del Varea, este jueves. Clara Ángela Brascia

Contacto a través de redes sociales

At the conmoción que golpeó al pequeño mundo del deporte logroñés cuando se dio a conocer el primer caso de abuso, le ha seguido una mezcla de stupor y resignación tras el anuncio de que había más menores víctimas. Hace un año, nadie se lo podía creer. Hoy, la gente que lo conoce y ha trabajado con él tiene más que asimilado que no se adquirió de un caso aislado. “Hay muchos, muchos chavales que no van a denunciar. Porque les da vergüenza, porque sus padres no quieren que se sepa. O porque igual no llegaron tan lejos, consiguieron ponerle un freno antes de empezar a enviar fotos”, opinó un trabajador del Varea, que prefirió mantener el anonimato. Tras unas horas de silencio, ambos equipos han concedido escuetas declaraciones. El presidente del Varea, Daniel Arena, habló de «un daño muy grave para la imagen del club», mientras que qu’Osasuna pensó personarse como acusación contra el exentrenador.

«Tuvo problemas en el pasado con otros equipos, lo echaron por haber llevado el dinero de los clubs. Pero nadie imaginó que podía llegar a tanto”, reconoce otra personalidad del mundo deportivo logroñés que trabajó con él. A pesar de tener una «excelente «relación con sus jugadores, los abusos no se perpetraban nunca en las instalaciones deportivas, según apuntan los investigadores. su confianza, pero sus peticiones las hacían solamente a través de las redes sociales.

De Soto empezó su carrera futbolística hace dos décadas, primero como jugador, aunque solamente unos pocos años y nunca a nivel profesional, y luego como entrenador. Pasó por seis selecciones regionales antes de acabar en el Varea, en 2019. “Con los niños se portó muy bien. Sabía cómo ganarse su atención y cómo hacerse querer. Le gustó ir a todas las cenas y fiestas del equipo, creó grupos de WhatsApp donde no estaban los padres. Con ocasiones, cuando llevaba algún chico en coche a Pamplona para entrenar con Osasuna, paraban en la carretera para descansar un rato. ¿Qué necesidad hay de descansar en un trayecto de una hora?”, añade la misma fuente.

Los chicos tampoco saben qué pensar. Los mayores —los que tienen las mismas edades que los jugadores que denunciaron a De Soto— terminan el entrenamiento y se alejan de las instalaciones del barrio con la cabeza baja. Prefieren no hablar, y quien lo hace asegura que no le pasó a él, que nunca escucharon nada en los vestuarios, que ellos solo quieren jugar al fútbol.

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