Hace unos días nos dejó Javier Martínez Salmeán, uno de los más grandes ginecólogos de nuestro país y, especialmente, muy querido para las mujeres.

Hay razones poderosas para ello. Cuando las mujeres de una generación empezamos a militar en feminismo a mediados de los setenta años del pasado siglo, además de luchar contra la dictadura, deseaban dar un paso adelante. Desde la clandestinidad a la que ya usamos, ya acostumbramos a través del FLM (Frente de Liberación de la Mujer), abrimos los Centros de Mujeres o Centros de Planificación Familiar.

Pronto notó que las mujeres de nuestro país, en aquellos años, con un analfabetismo que rondaba el 50 %, sufrían probablemente por no poder controlar su fecundidad, por no conocer sus cuerpos y por tener prohibido cualquier método anticonceptivo y, por supuesto, el aborto . No fueron años fáciles.

Y ahí entró en escena un joven ginecólogo, Javier Martínez Salmean, que, junto a sus compañeros de especialidad, como Elena Arnedo, atendió a las mujeres que llegaban masivamente a los dos primeros centros que albergaba en Madrid.

Javier esperó, curaba y daba a las mujeres soluciones difíciles y expuestas para él, como profesional. Era una lucha por los derechos de las mujeres que no fue facil y por la que pagamos un precio muy alto. Pero el siempre estuvo a nuestro lado, siempre comprende lo que era ser mujer en aquel país. Fue un aliado, an complice, alguien con el que siempre pudimos contar, en tiempos de sombras.

Cuando trajimos la democracia, Javier siguió luchando junto a nosotras por nuestros derechos sexuales y reproductivos, por el derecho al aborto. Participó en forma muy activa, como miembro del equipo Daphne (1997-2014), en la elaboración de la Ley de despenalización de la Interrupción Voluntaria del Embarazo en 1985, y también en su actualización 25 años después.

En 1990 fue uno de los fundadores de la Sociedad Española de Contrapción. Jefe de Servicio del Hospital Universitario Severo Ochoa desde 1986 tuvo su júbilo en el año 2013, lideró un servicio en el que se formó un gran número de residentes y creó profesionalmente a otros muchos jóvenes y brillantes especialistas. Gran cirujano, fue uno de los pioneros en nuestro país en la realización de cirugía endoscópica oncológica y de alta complejidad en patologías benignas como la endometriosis.

Presidente de la Sección de Endoscopia de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (1998-2006), fue uno de los primeros en realizar cursos y congresos con cirugía en directo, algo excepcional en aquel momento, más aún teniendo en cuenta que los recursos técnicos eran mucho más costosos y complejos de realizar. Pero inició un camino que ha sido después reconocido y continuado.

Javier Martínez Salmeán participa en la formación de los especialistas y jóvenes cirujanos ginecológicos, algo que también realizó mediante ponencias y publicaciones en revistas de la especialidad, así como con la publicación de varios libros dentro de la Colección quirúrgica en cirugía abierta y endoscópica la SEGO , tratados que han sido referencia de muchos especialistas de todo el mundo.

Pero, sobre todo, no es nada infrecuente con mujeres que han sido sus pacientes durante más de 40 años y que sintieron verdadero cariño y admiración por Javier. Reconocían, no sólo sus habilidades puramente técnicas, sino su enorme capacidad para escucharlas y empatizar con sus problemas, ya determinados médicos, personales, familiares, con los hijos…

Aún no se había jubilado cuando se necesitó en África. La Fundación Mujeres por África inició su proyecto Stop Fistula, y el número de directora médica. Fueron varias las misiones a Liberia para operar junto con otros compañeros, siempre con su mujer, Estíbaliz, también sanitaria, a decenas de mujeres a las que la herida de la fístula había roto la vida.

Javier también fue un hombre polifacético. Siempre interesado por la cultura, en los últimos años fue productor de varias y exitosas obras de teatro dentro de la compañía El Barco Pirata. Una pasión que también sentí por los caballos de carreras y por los vinos, que él mismo produjo de forma excelente. Su último proyecto no pudo ver la luz. Se trató de una película que relacionaba el mundo del vino con el periodismo.

Tras 40 años de labor profesional y social, se dejó y, en una carta dirigida a sus pacientes, señalóba a modo de despedida: “Quiero que sepáis que han sido muy importantes para mí. A lo largo de 40 años, acudió a la consulta con la ilusión de poder ayudaros. En una relación muy médica, esperábamos en revisiones en salud, en problemas más importantes, y en definitiva me sentía con veces, un ginecólogo que hacía de médico de familia intergeneracional. En todas esas facetas en las que se puede encontrar un médico especialista, me sentía útil”.

En 2008 fue distinguido por su labor profesional y científica en el Día Mundial que la Fundación Española de Contrapción celebró en el Ramón y Cajal del Colegio Oficial de Médicos de Madrid, pronunciando su última conferencia magistral rodeada de sus compañeros y amigos.

Todos ellos y los miles de mujeres a las que han ayudado Durante su carrera le vamos a echar mucho de menos.