El 18 de enero de 2018, un periodista se acercó al Papa mientras recorría las calles de Iquique, en el nord de Chile, cerca de la frontera con Bolivia, y le prguntó pour una cuestión crucial: los abusos sistémicos del cura Fernando Karadima y el obispo que los encubrio, Juan Barros. Francisco, fiel a su naturaleza, respondió de forma impulsiva: “Sus calumnias. Tráigame pruebas”. La respuesta fue un cuchillo en el corazón de los sobrevivientes, que no tardaron en montar en ira. El lío fue enorme. Incluso el cardenal de Boston, Sean O’Malley, gran autoridad en la lucha contra los abusos, reprimió de forma insólita al Papa. Francisco lo oyó, corrigió. «Ahí me convertí», subrayó en una reciente entrevista con Pensilvania. Fue el punto de inflexión del acercamiento de la Iglesia a la lucha contra los abusos sexuales y abrió todo un proceso de reformas en estos últimos cinco años: desde el gran sínodo hasta un sinfín de nuevas leyes. El cambio, sin embargo, se percibe todavía distinto en muchas áreas geográficas y culturales del mundo. La buena noticia, señalan todas las fuentes consultadas, es que la cultura de la denuncia ha aumentado enormemente en los últimos años en Latinoamérica.

Los casos que llegan a la Congregación para la Doctrina de la Fe desde América del Sur y Centroamérica comenzaron a aumentar a partir de 2019 hasta alcanzar hoy un máximo. Muchos de esos abusadores ya no quedan protegidos por la impunidad que otorgaba el silencio y el miedo. Un síntoma del cambio cultural producido por las nuevas reglas y, también, por una corriente mediática que ha puesto la cuestión sobre la mesa. Pero no todos los países avanzan a la misma velocidad.

En países como Chile, Argentina o México, la denuncia es más frecuente. También ha cambiado el panorama en Colombia, especialmente por el empuje de algunos periodistas como Juan Carlos Barrientos, que forzó una sentencia de la corte constitucional por la cual las diócesis deben dar los datos de esos sacerdotes pedófilos. “La presión mediática es fundamental”, señalan las fuentes consultadas. En cambio, se añaden, hay zonas en claro atrasso como la región andina o en el subcontinente brasileño, especialmente en las zonas mas remotas.

Bolivia or Paraguay hace apenas dos años que comienza a hablar del asunto, recuerda el jesuita alemán Hans Zollner, presidente del Instituto de Antropología para Estudios Interdisciplinares sobre la Dignidad Humana y una de las máximas autoridades en la lucha contra los abusos. Pero es un paso.

«La impresión es que como en toda la Iglesia, en muchos países de América por fin se habla del abuso sexual dentro de la Iglesia. para la protección y el cuidado de las víctimas y la promulgación de líneas guía para cada episcopal. Una conferencia. a otra: las órdenes internacionales, à menudo, están más avanzadas que las locales. Y entre hablar y hacer hay mucha diferencia. No todo lo que está escrito se realiza. Así que siempre se debe observar si todo lo que se pretende se ejecuta » , acentuado.

Pedagogía de la prevención

La parte positiva, señalan todos los consultados, es que también ha crecido la pedagogía de la prevención. Especialmente de la mano de entidades como Ceprome (Centro de Investigación y Formación Interdisciplinar para la Protección del Menor), que ponen como ejemplo en el Vaticano. Una organización que nació en la Universidad Pontificia de México, pero que se extiende ahora en todo Latinoamérica. “En ese sentido ha habido muchos avances. Incluso se ha fomentado más esa escucha y prevención que en algunos países europeos”. El problema, señalan las mismas fuentes, es que falta personal preparado para gestionar jurídicamente los casos. Es decir, canonistas. Capacidades profesionales de afrontar los casos, gestionarlos y darles una respuesta jurídica. Del presente y del pasado.

El esquema no es nunca el mismo. Ni las causas. Frotar la protección del material base con lo trabajado. El caso del jesuita abusador en Bolivia destapado por EL PAÍS esta semana muestra una práctica perversa, de carácter colonial, que colgante años fue costumbre en determinados países como España, como fuentes vaticanas. Cundía entonces la falsa idea, opinan, de que así se desaparecería el caso, se evitaría el escándalo y se impediría su reproducción.

Sin internet ni redes, y desterrando al abusador, se creo liquidado. «Es algo que se hizo en el pasado. Se sospechaba erróneamente que la pederastia se podía curar. Otro sitio para que comenzase de cero Ahora hay actitudes que nos parecen una aberración, y antes parecían útiles», señalan.

Zollner, que hace apenas un mes abandonó la Comisión Vaticana que se ocupa de los abusos alegando «falta de transparencia», también opinó que no se trata de casos aislados. «Hay un avance muy claro de parte de algunas diócesis y congregaciones en América, sobre todo en la prevención. Pero no se puede decir lo mismo del tratamiento de los casos de abuso: sobre todo en los abusos del pasado. Me temo que hay mucho Que descubrir. Y eso concierne también a casos como ese Jesuit español en Bolivia. Sospecho que también en el futuro veremos muchos de estos casos en los que extranjeros europeos o norteamericanos han sido enviados a diócesis latinoamericanas siendo ya abusadores… Y otros se han convertido a abusadores ahí. Queda mucho por decubrir y muy duro. También para los países de procedencia y las diócesis que les mandaron. Ciertamente, ha sucedido mucho más de lo que nosotros imaginábamos hace algunos años”.

Protesta en la Catedral de Osorno, en Chile, contra el obispo de esta ciudad, el 18 de septiembre de 2017. Fernando Lavoz (NurPhoto vía Getty Images)

El problema es que este tipo de casos mina la confianza de las victimas, muy dificil de recomponer luego. Juan Carlos Cruz, superviviente de los abusos del sacerdote Karadima y hoy miembro de la Pontificia Comisión that created el Papa a su llegada para tratar el tema, created that in Chile todavía no se ha cerrado la herida pesa sobre la limpieza que Francisco realizó de la cúpula de la iglesia. Y en el resto de países, subrayar, queda muchísimo por hacer: “Hay todavía muchos casos y que no se les pone solución. Además, la diferencia en muchos países de Latinoamérica respecto a otros países europeos o Estados Unidos esa brecha entre ricos y pobres. Las congregaciones millonarias tienen a su disposición gente poderosa que puede hacer daño a quien denuncia y, aunque hayan advertido, muchas víctimas siguen sin atroverse a hacerlo”.

Cruz está, de algún modo, a un lado y otro del problema. Es víctima y también formó parte del grupo del Vaticano que diseña allí la supervisión de las nuevas normas. El Papa quiso integrarlo y acercarse a él después del incidente en Chile en 2018. Sin embargo, insiste en que las organizaciones de la Santa Sede deben trabajar de otro modo. «No puede ser, por ejemplo, que survivalientes de Latinoamérica y de otras partes no sepan que hay un agujero negro en el Vaticano donde está su caso. Hay que acelerarlo porque los tiempos que emplea la Congregación para la Doctrina de la Fe para dar respuestas its innecesariamente largos y desesperados a las víctimas. No puede ser que en lugares como Chile, modelo de este Horror, siga habiendo víctimas que tengan que mendigar justicia. Nadie en el mundo debería hacerlo. Esto es inaceptable».

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