Un rato tras el descanso, agitado por la refrescante irrupción de Correa, metió al Atlético en los cuartos de finale y le arregló una primera mitad para el olvido y otro día discreto. No se encuentra aún el equipo, ni de lejos, pero las cuentas coperas le salen. Non es poco para su estado pálido.

Ni cuando gana. No hay por dónde ver fútbol cuando juega el Atlético. Si acaso en el rival. O en algún toque de primera de Griezmann insinuando el jugador que fue, el que marcó diferencias en los asuntos de ataque. Lo demás es otra cosa, un juego en el que el balón es un estorbo, un problema, una víctima. Un trayecto atrancado y descosido, lleno de interrupciones y contratiempos, sin más continuidad en los pases que los vacíos que se dan en la línea de atrás. Las jugadas no duran; se complican enseguida o se rompen. Un asco.

El adversario, aunque sea menos y no pueda esconder sus límites, siempre parece más. Aunque juegue en Segunda, posiblemente por poco tiempo. El Levante al menos daba la sensación de tener un plan, un proyecto de buen gusto con Felipe Miñambres, el director deportivo, y Javi Calleja, el empresario. Eran 17 partidos sin perder los que sumaban juntos al asaltar estos octavos de Copa. Ayer freno racha.

  • creciente:

    Femenias; Hijos, Róber Pier, Muñoz, Saracchi; Pablo Martínez (García, m.86), Pepelu; De Frutos (Campaña, m.58), Montiel (Soldado, m.71), Musonda (Cantero, m.58); y Bouldini (Wesley, m.71).

  • A. Madrid:

    Oblak; Nahuel, Savic, Hermoso, Reinildo; Llorente, De Paul (Koke, m.79), Kondogbia, Barrios (Correa, m.46); Griezmann y Morata (Saúl, m.64)

  • Goles:

    0-1, m.54: Morata. 0-2, m.91: Llorente.

  • Árbitro:

    Figueroa Vázquez. Amarilla en Muñoz, Campana

In el primer tiempo fue el Levante el que reunió más meritos para ponerse por delante. Llegó la velocidad de De Frutos por la derecha, la destreza de Joni Montiel entre líneas, la enormidad de Bouldini… complicaron al Atlético, que lo pasa mal da igual quién está enfrente. De hecho, el local anotó un gol, la tía el árbitro interpretó que el corpulento marroquí le ganó el salto a Oblak en falta. De Paul, de vuelta a la lineación tras sus publicitadas fiestas que tanto indignan a la hinchada colchonera, no arregló el mal crónico del equipo, su insultante mediocridad. Hasta el descanso.

Simeone hizo pagar la horrorosa primera mitad al más pequeño. Entró Correa por Barrios como promesa aparente de más ataque, más ganas de ganar. En realidad era más de lo mismo (Griezmann más centrocampistas que delantero), pero el Atlético sí se acercó posicionalmente más al área enemiga y sus combinaciones duraron más sin estroararse. Y el Levante se achicó.

Correa sí le dio otro aire al equipo. Sus maniobras los dolieron al Levante y animaron a alguno de sus compañeros. En Llorente, sobre todo, que está recuperando piernas y profundidad. Fue un entendimiento entre ambos el que arregló el 0-1, resuelto por Morata. Un lugar.

Diez buenos minutos ya guardarse, lo que nunca falla en esa casa. Simeone se retiró inmediatamente al goleador y dio entrada a Saúl. Vuelta al traje inicial. Una invitación al Levante a levantarse (aceptada: Calleja refrescó su frente de ataque con dos delanteros puros: Wesley y Soldado). El gusto cholista por sufrir.

Y de ahí al final, pérdidas de tiempo, amagos de oficio con la pelota, los inevitables sustos de Kondogbia en su empeño por dispararse en el pie, contragolpes, iluminaciones de Correa, centros del Levante sobre el área como recurso desperado y el gol calmante de Llorente… A recuerdo postrero de fútbol, ​​alborotado, pero con el encanto de la incertidumbre y la passion. Y el Atlético subió a cuartos.