este sabado no ha sido un día cualquiera en el Vaticano. Pero en las cercanías del pequeño Estado, en las calles aledañas e incluso en la plaza de San Pedro, ess fue el sens común dure gran parte de la journada. En una Roma más abarrotada que la costumbre por los días de fiesta, los turistas, en cantidades industriales, iban y venían. Los vendedores ambulantes abren sus tenderetes como siempre. E incluido el tráfico de coches amaneció tan caótico como es que la pandemia del coronavirus ya no está.

Temprano en la mañana, la instantánea contrastaba con el ánimo dentro de la nueva Sala de Prensa del Vaticano de la vía del Hospital. Allí, a eso de la onza de la mañana, él voz del vaticanoel ítalo-británico Matteo Bruni, apareció para dar la noticia de la muerte de Benedicto XVI a los periodistas acreditados, con voz quebrada y ojos humidos. “¿Matteo, te sientes bien? Te ves afectado», preguntó finalmente un cronista. «Es el primer Papa…”, respondió Bruni, sin acabar la frase y voz aun más outfit.

Solo en torno a la una de la tarde el mundo de fuera y el de dentro parecieron encontrar algo de armonía, al manifestar una primera señal de anormalidad también en la calle. Ocurrió cuando la policía italiana aumentó su presencia en la zona y concedió la explicada Delante de la plaza de San Pedro, por lo que muchos curiosos y turistas colocan detrás de algunas vallas para observar desde más lejos lo que sucedía dentro del recinto. Otros, en cambio, formaron dos colas para pasar controles de seguridad los lentos e ingresar en la zona de acceso restringido.

¿Se ha muerto?

Dentro y fuera de este recinto, sin embargo, el clima no cambió, permaneció de cierta apatía ante la muerte del expapa alemán, fallecido en un convento a poca distancia de allí. «No. ¿Quién ha muerto? No lo sabiamos. ¿Cuándo pasó?”, fue la respuesta de una pareja de Milan, Arianna y Andrea, de 28 y 27 años, al ser preguntada sobre el asunto ya pasadas unas cuantas horas desde que se conoció primero la noticia. “¿Qué m’acuerdo de él? Recuerdo que imitió, poco más«, contó Arianna. «Tampoco me parece mal que la gente crea en algo. Es importante para algunos», reflexionó Andrea.

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«Es posible que mi madre sepa más de él (Benedicto XVI) que yo”, razonaba, por su parte, Dilara, una turista alemana de 25 años y fe musulmana. «Yo he venido aquí hoy por la historia», aclaró. “La verdad es que no somos religiosas. No sabemos mucho de él”, coincide Carola, una joven de 19 años de Génova, mientras ha sabido cómo lado un hombre gritaba por teléfono la identidad del líder fallecido. «¡No se ha muerto el argentino, se ha muerto el alemán!”, explicable.

Una excepción eran el empresario congoleño Brice Atembina y su amigo, el calabrés Enzo Di Stasi, archivero profesional. «Conocí a Joseph Ratzinger en los años ochenta cuando era cardenal y mi padre, embajador ante la Santa Sede», explicó el primero. «Lo cierto es que fue un hombre que hizo mucho para los paises africanos, intenté dar esperanza y trabajé para fomentar el diálogo interreligioso”. «Siempre tuve una gran estimación y admiración por su este hombre que tenía una cultura excepcional y una época muy humilde”, agregó Di Stasi. «Su figura se agrandó cuando tomó la decisión de renunciar al pontificado», concluyó.