Celebra Turín el triunfo de Jannik Sinner como algo propio. Entona la grada su nombre con alma futbolera, como si el moderno Pala Alpitour fuera el viejo Stadio Olimpico Grande Torino o el antiguo Delle Alpi (ya demolido) o el estruendoso nuevo estadio de la Juve. Fiesta mayor para el tenis italiano. Su jugador y mayor proyecto, recto de inicio a fin, pletórico ante el gigante de los gigantes, acaba de lograr la victoria más importante de su carrera. O lo que es lo mismo: acaba de tumbar un muro. El muro. Precisaba Sinner de un triunfo de estas características para demostrar (y demostrarse) que es un tenista llamado a dejar huella. “Ahora soy más fuerte”, venía advirtiendo. Y celebra Italia por él, superior a Novak Djokovic en una noche de emociones fuertes. Dedo a la oreja del serbio, retador. Y extraordinaria respuesta del triunfador, ahora con pie y medio en las semifinales de la Copa de Maestros tras el 7-5, 6-7(5), 7-6(2) que se registra después de 3h 09m.

Tiene algo de justicia poética esta victoria de Sinner, un talento al que por una razón u otra se le negaba una alegría así, tan rimbombante, tan espectacular y merecida, el vencer a todo un Djokovic en un torneo que el balcánico domina como casi nadie. “No existe mejor lugar para ganar al número uno”, dice el chico en medio de la euforia; contenida, eso sí. Es solo el principio. Si no se tuercen las cosas, el italiano tendrá una carrera exitosa y alzará muchos trofeos, pero tenis le debía una presa mayor. No había podido con Rafael Nadal las tres veces que se cruzó con el español, ni con Nole en otras tantas. Tiene ya la muesca en su rifle y de ahora en adelante, la perspectiva puede ser muy diferente. Está preparado, tiene el juego y también la mente. “Desde Wimbledon, me sentía más cerca de este tipo de triunfos”, transmite. Y la noche de Turín atestigua, le mantea. Aquí está él, el tirolés de piernas y brazos largos con rictus alpino. Frío, frío. Caliente, caliente.

“Esta victoria es de todos. Ha sido un partido muy táctico”, prosigue a pie de pista, con 59 victorias que corroboran su mejor temporada. Tiene 22 años, porte de veterano y el temple de la escuela de Björn Borg. “Se lo merecía. Ha sido más valiente cuando debía serlo. Hay que quitarse el sombrero”, dice Djokovic en la sala de conferencias en un paso exprés. No está de humor, quiere irse rápido al hotel. Quien pueda pensar que no le escuece, por mucho que siga dependiendo de él mismo y de que dos días antes se hubiera asegurado el trono a final de curso, no le conoce. No perdía el de Belgrado desde que cediera contra Alcaraz en la final de Wimbledon y ahora tiene deberes pendientes; tras haber vencido a Holger Rune en la inauguración del domingo, las cuentas le obligan a rendir el jueves al polaco Hubert Huzkacz, sustituto del lesionado Stefanos Tsitsipas.

El griego ha durado en el primer turno 14 minutos sobre la pista, tres juegos. Hasta ahí, ha dicho su espalda. Exponía tras perder contra Sinner el domingo que estaba “absolutamente bien”, pese a que el día previo se había retirado del entrenamiento antes de lo previsto, completamente tieso por una dolencia en la espalda. Jugó contra el italiano y acabó el partido, pero este martes se detiene en seco contra el danés. Con 2-1 en contra, el ateniense solicita la asistencia médica y finalmente decide retirarse. Lo hace entre los pitos de los aficionados, al entender muchos que podía haber renunciado a jugar y haber concedido el privilegio Hurkacz. “Me dieron luz verde para que lo intentara, pero me sentía fatal”, alega. Por el cuarto de hora de juego, el griego ingresa 75.000 euros. Serán 224.400 por su breve camino en este Masters; de no haber saltado a la pista, habrían sido 149.400.

FUERTE CON LOS FUERTES

A. C. | Turín

La ascensión de Sinner sigue cogiendo más y más cuerpo. La evolución se constata en el ranking –del 15 al 4º puesto este año–, pero sobre todo en los enfrentamientos contra los mejores tenistas del circuito. El italiano, entrenado por Darren Cahill desde junio del curso pasado, ha vencido a los cuatro últimos top-5 con los que se ha cruzado: Alcaraz, Medvedev (2 veces), Rublev y Djokovic. 

“Cuando tienes 22 años, siempre puedes mejorar y aprender, ¿no?”, contesta superada la una y media de la madrugada; “el proceso este año ha sido muy bueno. Descartamos un par de torneos para poder entrenar más, e incluso durante los torneos hemos trabajado mucho para llegar estar mejor físicamente. Eso me ha ayudado a llegar más fresco a este final de temporada, también desde el punto de vista mental”. 

A la pregunta de si esta es la victoria más especial de su corta carrera en la élite, Sinner no duda: “Teniendo en cuenta todas las circunstancias, que ha sido aquí, en Turín, y contra el número uno, que a su vez tiene 24 grandes, creo que sí”.

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